Increíbles imágenes de comida
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Este fotógrafo toma imágenes de comida para educar a la gente en la cultura de la comida y hacernos sonreír.

Con toda su obra, el fotógrafo Carl Warner dice que tiene un objetivo fundamental: «hacer reír a los demás» y lo consigue con sus paisajes de ensueño hechos de piruletas, caramelos y gominolas.

Warner, fotógrafo profesional de naturaleza muerta, obtuvo las habilidades durante su carrera como fotógrafo publicitario para crear «Foodscapes», una serie de imágenes hechas completamente con alimentos que imitan la fotografía de paisajes clásica. Aunque al principio, crear estas imágenes era simplemente un proyecto personal, la dedicación de Warner a este arte le puso en el punto de mira de los medios en 2008 y dos años después, acabó publicando un libro llamado «Food Landscapes».

Los paisajes con alimentos se crean en el estudio londinense de Warner. Allí construye las escenas sobre una gran mesa triangular de 3,6 metros de ancha y 2,7 de fondo.

Todo paisaje con comida empieza siendo un boceto dibujado por Warner y sirve como «prototipo» del producto final.

Warner se toma su tiempo con las ilustraciones. «Suelo dibujar un paisaje muy convencional usando técnicas de composición clásicas», afirma.

Trabaja estrechamente con un estilista alimentario para darle vida a sus visiones. Juntos deciden cuáles son los mejores alimentos para construir cada aspecto de la escena.

Los paisajes con alimentos se fotografían en capas, desde el fondo al frente y la versión final es la puesta en común de ambas en posproducción.

Warner tiene que trabajar rápido ya que los alimentos perecen bajo las luces cálidas del estudio. «Los ingredientes como las hierbas frescas son una pesadilla ya que se marchitan y secan ante los ojos. Suelo usar mucha col rizada ya que tiene buen aspecto durante horas».

A Warner le gusta crear un aspecto de luz «natural» en sus paisajes con alimentos, lo que consigue a través de la combinación de equipos de iluminación de tungsteno y luz estroboscópica.

Después de que la propuesta ha sido aprobada y los alimentos se han comprado, la construcción y fotografiado de una sola imagen puede llevar hasta tres días.

Una vez hechas las tomas, Warner deja un par de días para retoques y la fusión de las capas hasta conseguir una apariencia pulida, perfecta y acabada.

El objetivo de Warner es engañar al espectador a primera vista. «Lo que provoca la sonrisa en el espectador es darse cuenta de que la escena está hecha con comida y para mí, esa es la mejor parte», dice.

La obra de Warner desafía a los espectadores a mirar de otra forma a los alimentos y hace un llamamiento a la comida sana. «Para mí, se trata de convertir en relajante y placentera la acción de cocinar que puede compartir con su pareja o familia. A menos que desarrollemos una cultura de alimentación teniendo esto en mente, estaremos destinados a ser una sociedad menos saludable», afirma.

Aunque para el final de una sesión, la mayor parte de la comida se ha pegado, «hay muchas sobras que siempre compartimos entre el equipo o las donamos a hogares de acogida», afirma. Aquí, Warner es fotografiado trabajando en lo que él denomina una de las sesiones más difíciles.

Warner afirma que sus fotografías han aumentado su creatividad en la cocina, combinando alimentos y sabores que tradicionalmente no van juntos.

Promete que fuera del estudio nunca juega con la comida. De hecho, la tiene en alta estima.

En opinión de Warner, «la comida es una de las cosas más importantes de la vida, la sociedad y la cultura. Celebrarla con el arte, es celebrar la esencia de lo que nos sustenta».

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