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Es común que los jóvenes presenten ciertos malos hábitos en el manejo de sus finanzas personales y mantengan algunos de estos hábitos incluso después de los 30. ¿Es posible identificarlos?

Deje de pedirles ayuda económica a mamá y a papá cada vez que esté escaso de dinero.Controlar el dinero es complicado, sobre todo cuando se tienen veinte años y se empieza a vivir como un adulto. Entre los bajos salarios del principio, la deuda del préstamo para estudiantes y la presión para seguir el ritmo de los amigos en lo material, su situación económica es cualquier cosa menos perfecta.

Hasta conocer nuestros límites económicos, es natural que cometamos algunos errores durante el proceso. Yo también lo hice, nadie es perfecto, y los veintitantos son una época de auto-descubrimiento donde aprendemos lo que hay que hacer y lo que no para controlar el dinero. Pero, por desgracia, mientras que cuando eres joven te puedes librar de algunos ajustes financieros, los treinta y tantos suponen el momento de ponerse serio con el dinero. Ya no se puede permitir errores de principiante.

Para permitirle avanzar hasta la gran liga, le vamos a echar un vistazo a cinco errores financieros que hay que dejar de cometer a los 30.

1. No ponerse serio con el presupuesto

Igual que los jóvenes de veintitantos años, puede vivir en casa con sus padres o compartir gastos domésticos con un compañero de piso. Como resultado, tal vez podrá gastar dinero frívolamente y no tendrá que apretarse el cinturón. Si se mete en un caos económico, puede salir de él fácilmente, haciéndole pensar que los presupuestos no son necesarios. Solo hay un pequeño problema: Al final, acabará viviendo solo.

A los treinta años es el momento de dejar atrás el impulso de comprar y los malos hábitos y ponerse serio a la hora de controlar su dinero. Un presupuesto es una de las mejores formas de mantener controladas las finanzas. Puede valorar exactamente a dónde va su dinero, y distribuir una cantidad determinada para diferentes categorías de gastos reduce el riesgo de gastar de más y asegura que haya suficiente efectivo para otros objetivos financieros (crear un fondo de rescate, ahorrar para comprar una casa, pagar deudas, etc.). Ahora es un adulto y tiene que tratar su dinero como tal.

2. Usar una tarjeta de crédito para satisfacer sus deseos

Es inteligente solicitar una tarjeta de crédito a los veintitantos. Una tarjeta de crédito inicia su historial crediticio y da acceso a fondos durante una emergencia. Por desgracia, algunos adultos de veintitantos años confían demasiado en el crédito y acumulan deudas enormes. (Usted no es el único; yo también lo hice). Pero cuando llega a los treinta, es el momento de darle un descanso a las tarjetas de crédito y vivir mayormente con dinero en efectivo.

Usar una tarjeta de crédito para satisfacer sus deseos no lleva a buen puerto. Cuantas más deudas tenga, más difícil le resultará ahorrar para el futuro, y unos elevados pagos mínimos hacen difícil afrontar los gastos básicos para vivir, como una hipoteca o servicios. A los treinta y tantos, una tarjeta de crédito debería ser una excepción, no una regla. Si utiliza crédito, asegúrese de que está pagando el saldo todos los meses.

3. Confiar demasiado en el apoyo de sus padres

Sé por experiencia que apañárselas solo a los veintitantos puede ser difícil. Los sueldos mínimos no siempre se ajustan al coste de vida, y es posible que necesite ayuda financiera de sus padres para llegar a fin de mes. Pedir ayuda no es ninguna vergüenza, pero a los treinta y tantos tiene que valerse por sí solo.

Esto no significa que nunca más vuelva a necesitar ayuda económica, pero en lugar de acudir a sus padres cada vez que tenga problemas económicos, intente resolver los problemas usted mismo. ¿Qué haría si sus padres no pudieran ayudarle? Posiblemente, podría vender cosas que no necesite, pedirle a su jefe trabajo extra o reducir gastos si está viviendo por encima de sus posibilidades.

4. Ignorar sus ahorros para la jubilación

Recuerdo que a los veintitantos años ahorrar para la jubilación era lo último en lo que pensaba. Tal vez usted piense igual. A los treinta y tantos no se puede permitir olvidarse de ahorrar para el futuro. Cada año que deje de pagar para la jubilación, podría suponer un año extra en su vida que tendrá que trabajar después, ¿y quién diablos quiere hacer eso? Hable con su jefe sobre unirse al plan de pensiones de la empresa y piense en diversificar sus ahorros para la jubilación con una cuenta de jubilación individual.

5. Evitar los seguros médicos y otras necesidades de seguros

Algunos adultos de veintitantos permanecen en el plan de seguro médico de uno de sus padres hasta los 26 años. Pero, una vez que están solos, algunos creen que no necesitan seguro porque están sanos y solo van al médico una vez al año para hacerse un chequeo médico. Pero solo por estar sano hoy no significa que esté sano mañana. A medida que se va haciendo mayor, tendrá más problemas de salud, y esto solo tiene un camino: la sala de urgencias, que vaciará su cuenta de ahorros. Aunque no pueda permitirse el mejor plan de seguros sanitarios, algún tipo de cobertura es mejor que nada.

También tiene que dejar de ignorar otras necesidades de seguro, como el seguro de discapacidad en el caso de que no pueda trabajar durante más de dos semanas debido a una herida o una enfermedad, y un seguro de arrendatario que cubra el coste del reemplazo de sus pertenencias en caso de incendio, robo u otros daños a la propiedad. A menudo, la vida nos sorprende cuando menos nos lo esperamos, por eso es mejor estar lo más preparado que se pueda.

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