Cómo despertar la generosidad
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¿Quiere ser feliz? Entonces primero intenta hacer feliz a los demás.

Una de las mejores formas de aumentar tu nivel de felicidad es hacer cosas que hagan felices a otras personas. En numerosos estudios, la amabilidad y la generosidad se han relacionado con un mayor nivel de satisfacción en la vida, unas relaciones más fuertes y una mejor salud mental y física; la gente generosa vive incluso más tiempo.

Y lo que es más, la felicidad que la gente obtiene de dar a los demás crea un círculo de retroalimentación positiva: los sentimientos positivos inspiran una mayor generosidad lo que, a su vez, proporciona más felicidad. Las investigaciones sugieren que la amabilidad es verdaderamente contagiosa: las personas que son testigo y que se benefician de los actos de generosidad de otras personas tienen más probabilidades de ser amables; un simple acto de amabilidad se extiende a través de las redes sociales hasta tres grados de separación, de una persona a otra, y otra y, luego, otra más.

Pero el simple hecho de tener la capacidad de ser amables y de obtener beneficios reales de ello, no significa que siempre actuemos con generosidad. Puede que estemos demasiado ocupados, distraídos o centrados en nuestras propias preocupaciones como para prestar atención a las necesidades de los demás o buscar activamente oportunidades para ayudar a otros. O puede que simplemente hayamos perdido la práctica: algunos investigadores sostienen que la amabilidad es como un músculo al que hay que fortalecer mediante su uso repetido.

Y, ¿cómo fortalecemos nuestra amabilidad? Los investigadores han identificado una serie de ejercicios eficaces y muchos de ellos se recogen en la página web del Greater Good Science Center, Greater Good in Action (GGIA) (Bien Supremo en Acción), que presenta las principales actividades basadas en investigaciones para fomentar la felicidad, la amabilidad, la conexión con los demás y la resiliencia.

Aquí destacamos las 10 prácticas centrales para la amabilidad del GGIA, agrupadas en tres grandes categorías.

Cómo cultivar sentimientos de amabilidad

El comportamiento amable llega de forma natural cuando se siente compasión y conexión con los demás. El primer conjunto de prácticas se centra en cómo cultivar estos sentimientos.

1. «Sentimiento de pertenencia»

La práctica de sentirse conectado con los demás implica pensar en un momento en el que sintieras una fuerte conexión con otra persona, por ejemplo mediante una conversación significativa o experimentando una gran pérdida, un gran éxito o un evento histórico juntos, y describir esa experiencia por escrito. Un estudio del año 2011 dirigido por la investigadora Louisa Pavey en Reino Unido halló que los participantes que completaban este ejercicio indicaron tener un mayor sentimiento de preocupación por los demás y una mayor intención de llevar a cabo una serie de actos generosos durante las seis semanas siguientes, como dar dinero a la beneficencia o ayudar a un extraño en apuros.

¿Cómo aumenta la amabilidad esta práctica? La investigación sugiere que sentirse conectado con los demás satisface una necesidad psicológica fundamental de pertenencia; cuando no se cubre esta necesidad, la gente es más propensa a centrarse en sus propias necesidades en lugar de preocuparse por los demás.

2. «El sentimiento de apoyo»

Parecida a la práctica de sentirse conectado es la práctica de sentirse apoyado, que implica pensar en las cualidades de las personas a las que acudimos cuando estamos angustiados y recordar un momento en el que una de estas personas nos consoló. Un estudio del año 2005 dirigido por Mario Mikulincer, decano de la facultad de psicología del Centro Interdisciplinario Herzliya en Israel, descubrió que las personas que completaban este ejercicio, en comparación con aquellos que habían escrito algo más genérico en relación con un colega o con un conocido, indicaron posteriormente sentir una mayor compasión y predisposición para ayudar a una persona afligida.

Esta sencilla práctica es muy poderosa, porque aumenta la «seguridad de apego», un estado que implica sentimientos de confianza y comodidad y que es especialmente útil cuando nos sentimos amenazados o inseguros. También puede recordarnos el tipo de cualidades que queremos encarnar al apoyar con amabilidad a otros.

3. «Caminar entre la grandeza»

Otra forma excelente de acceder a sentimientos de compasión y preocupación por los demás es dar un paseo sobrecogedor, que implica dar un paseo por un lugar que parezca inmenso y que presente cambios de perspectiva, y que nos haga sentir conectados con algo más grande que nosotros mismos. En un estudio del año 2015 dirigido por Paul Piff, en aquellos momentos investigador en la Universidad de California en Berkeley, algunos participantes se quedaron en un bosque de enormes eucaliptos y miraron hacia arriba durante tan solo un minuto; otros participantes miraron más allá de los árboles, hacia un edificio. Las personas que habían observado las copas de los árboles se sintieron posteriormente más inclinadas a ayudar a alguien que lo necesitara y menos propensas a sentirse superiores a los demás.

4. «Meditación de la compasión»

Por último, puedes probar una meditación de la compasión. Esta sencilla, aunque no por ello fácil, técnica implica prestar atención a tu respiración mientras sientes que extiendes tus sentimientos de benevolencia hacia un ser amado, hacia ti mismo, hacia una persona neutral e, incluso, hacia un enemigo. Los resultados de un estudio del año 2013 dirigido por Helen Weng, en aquellos momentos en el Centro para la Investigación de Mentes Saludables de la Universidad de Wisconsin, Madison, demostraron que los participantes que habían llevado a cabo la meditación de la compasión durante dos semanas mostraron un comportamiento más generoso, donando más dinero a una víctima de un trato injusto, y también mostraron una mayor actividad en zonas del cerebro asociadas a la comprensión del sufrimiento de los demás y a regular las emociones como respuesta a imágenes de sufrimiento.

Cómo aumentar la felicidad que obtenemos de la amabilidad

1. «Si sufres desde hace tiempo es porque algo pasa»

Otra forma de aumentar la cantidad de amabilidad que aplicamos en nuestras vidas a largo plazo suena sencilla: hacer un esfuerzo combinado para realizar más actos generosos y amables a corto plazo.

Practicar la amabilidad de forma intencionada en nuestro día a día, incluso en esos días en los que no nos encontramos especialmente generosos, puede hacer mucho a la hora de convertir la amabilidad en una costumbre. Esto se debe principalmente a la forma en que la amabilidad produce felicidad: los buenos sentimientos sirven para reforzar nuestros actos amables y hacernos más propensos a querer realizarlos en el futuro.

Llevar a cabo actos de amabilidad al azar es una buena forma de empezar. Esta práctica implica realizar cinco actos de amabilidad en un día y luego describir la experiencia por escrito. Puede ser cualquier cosa, desde llevarle la comida a un amigo que está enfermo hasta dejar tu asiento en el autobús para ir a donar sangre o comprarle un café a una persona que esté detrás de ti en la cola de una cafetería. Para tomar ideas, piensa en actos amables que hayas visto o de los que hayas sido destinatario en el pasado. Realizar actos de amabilidad al azar no solo te animará al instante, sino que también tiene el potencial de cambiar la forma en la que nos sentimos con nosotros mismos y de promover formas saludables de autoestima.

2. «Alegría»

Sin embargo, algunas investigaciones sugieren que no todos los actos de bondad son iguales. Muchos factores pueden influir en cómo y en si estos actos nos reportarán beneficios a nivel psicológico. La práctica de hacer que «dar» sea algo positivo incide en tres estrategias que pueden maximizar los efectos positivos de la generosidad.

La primera estrategia es convertir «dar» en una opción. Algunas investigaciones sugieren que cuando nos sentimos obligados a dar, como cuando nos sentimos acorralados ante una petición agresiva, somos menos propensos a disfrutar el acto de dar. Es importante que nos concedamos la posibilidad de decir que no y que les demos a los demás la misma opción cuando pidamos ayuda. La segunda estrategia es crear una conexión con el destinatario de tu amabilidad; por ejemplo, llevándote a un colega a comer en lugar de darle un cupón de regalo. La tercera estrategia es tomar la iniciativa de aprender cuál es el impacto de tu generosidad, lo que puede provocar sentimientos de alegría contagiosa.

Cómo inspirar generosidad en otros

Es importante dar con formas de impulsar tu propia generosidad, pero sin duda el mayor bien que podemos hacer en el mundo procede de encontrar maneras de aumentar la generosidad de los demás. Es para esto para lo que está diseñado el siguiente conjunto de prácticas.

1. «Recordatorio de conectividad»

En GGIA ofrecemos tres estrategias basadas en investigaciones para que educadores, padres y líderes de todo tipo ayuden a otros a superar sus barreras ante la amabilidad y la generosidad. La primera de ellas es crear recordatorios de conectividad en casa, en la oficina o en clase. Estos recordatorios pueden ser algo tan sencillo como una simple cita que evoque metas compartidas, palabras como «comunidad» o una imagen que transmita calidez o amistad.

La segunda implica poner rostro humano al sufrimiento: ser capaz de identificar víctimas distintas y concretas de un problema (y saber más sobre sus historias personales) puede hacer que este problema pase a ser más palpable, que conmueva y, por lo tanto, que motive a la gente a ayudar.

La tercera, la identidad compartida, implica forjar un sentimiento de humanidad común que atraviese las fronteras de los grupos. Recordarle a la gente la humanidad fundamental que comparte con aquellas personas que pueden parecer distintas a ellos puede ayudarlos a superar el miedo y la desconfianza y a promover la cooperación. Incluso las más pequeñas similitudes, como disfrutar del mismo deporte, puede fomentar un mayor sentimiento de afinidad.

2. «Generosidad en los niños»

Por último, la práctica de fomentar la generosidad en los niños ofrece cuatro técnicas específicas para sacar a la luz la tendencia natural de los niños a la amabilidad y la generosidad. Estas técnicas incluyen evitar recompensas externas por un comportamiento amable, para que los niños puedan experimentar la sensación de que la amabilidad es la propia recompensa; elogiar el carácter de los niños en lugar de su comportamiento, para que puedan ver la bondad como parte esencial de quiénes son; y modelar la amabilidad en nuestro propio comportamiento, dado que las acciones tienden a demostrar mucho más que las palabras cuando se trata de fomentar la generosidad.

Convertirse en una persona más generosa y fomentar la generosidad en nuestros hijos y estudiantes no es algo que pase de la noche a la mañana. Convertir las buenas intenciones en acciones concretas requiere práctica. Esperamos que los ejercicios de generosidad y amabilidad de GGIA proporcionen una forma eficaz de empezar a construir esos hábitos hoy mismo.

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