En una reflexión que toma como punto de partida la última película sobre Steve Jobs, Paul Smalera revela la incertidumbre que pesa sobre la condición humana.
El escritor Michael Lewis dijo recientemente que no estaba interesado en escribir otro libro sobre Silicon Valley, ya que «se trata básicamente de un grupo de personas autistas que deambulan». Lewis explicó que necesita una conexión emocional a partir de la que crear sus narraciones, y el valle simplemente no le transmite nada.
A veces la gente encuentra una vocación en algo que les ayuda a resolver los problemas que afectan a su vida interna. En la nueva película Steve Jobs, el gran cofundador de Apple se muestra como un hombre consumido por conseguir que su ordenador Macintosh, el que se parece a una cara sonriente, funcione y que sea capaz de saludar al público en su gran presentación de 1984. Unos minutos antes de la presentación, Jobs amenaza con nombrar y avergonzar al ingeniero responsable si no conseguía solucionar los errores del programa de vocalización.
En otro momento de la película, Jobs, caracterizado de manera convincente por Michael Fassbender, se considera a sí mismo un «diseño imperfecto», entonando así el mea culpa por las dos décadas de crueldad con su hija Lisa. Actuaba como si fuera un ordenador y no un ser humano.
Este Steve Jobs bien podría ser una caja de circuitos. Su calidez, empatía y humor parecen ser meras subrutinas, llamadas OS por parte de Steve, que pueden ayudarle a hacerse un hueco en el universo. Jobs se obsesiona con hacer que sus ordenadores sean fáciles de usar, pero se separa emocionalmente de todos los que le rodean. Echa la culpa de su mal comportamiento a un error en su programación, dando a entender que el verdadero «él» sería un hombre mejor si su código no tuviera errores. No hay ningún ingeniero a quien pueda culpar de eso, nadie puede hacer nada que cambie su comportamiento excepto él mismo.
Jobs, en esta etapa cinematográfica tras su muerte, es un mito y un arquetipo, y no un simple humano. Es FDR y Ghengis Khan, alguien que sobrepasará los límites de la vida, pero que de alguna manera sigue siendo imposible de conocer debido a las numerosas versiones contradictorias que continúan apareciendo sobre su persona. El autor de esta, Aaron Sorkin, se toma la libertad de escribir acerca de acontecimientos y personajes para crear un drama de éxito. Es imposible que el público pueda saber qué parte de la película concuerda con la realidad.
Sorkin utiliza una parte de la biografía de Jobs para darle más emoción al drama como, por ejemplo, este acontecimiento de su vida: Sus primeros padres adoptivos lo devolvieron después de un mes. Este rechazo es lo que hace que tenga esa necesidad de controlarlo todo «al extremo» en Apple. Por supuesto, como se le dice a Steve en la película, es imposible que nada de lo que haga un bebé de un mes pueda ser motivo para que lo devuelvan.
La película está escrita en torno a la idea de que Jobs trataba de resolver sus problemas personales y profesionales con lanzamientos de productos, es decir, que se trataba de una obra de teatro dentro de otra. Esta innovación finalmente se convierte en algo tedioso, pero es un momento bien situado en la película (Jobs se da cuenta de que todos los que le rodean deciden descargar toda su ira justo antes de los grandes momentos de su carrera), lo que hace que el público se vuelva a sumergir en la acción.
No obstante, la película no responde a la pregunta de por qué Jobs era así. Lo que ocurrió con su adopción no es suficiente. ¿Por qué era el genio de Cupertino tan insensible y frío? Por supuesto, cuando las circunstancias lo requerían, podía ser un robot amigable, pero aún así seguía siendo un artificio. Este Jobs parece tener una inteligencia artificial como la que tememos en otras películas: es capaz de convertirse en alguien amenazante. Con el tiempo se muestra más cariñoso con su hija Lisa, pero uno tiene la sensación de que es solo el comienzo de un largo viaje entre ellos. De hecho, los acontecimientos que se narran en la película acaban en 1998, por lo que el Jobs que acabó cambiando nuestro mundo se muestra solo de forma implícita. Esta película termina con un Steve posicionado en relación a la inmortalidad, pero no con un reclamo permanente de la misma.
Argumentativo, egoísta y vanidoso: La pregunta sobre Jobs siempre será si esas cualidades eran esenciales para sus logros, o si eran simplemente una mala programación que estaba tratando, a veces desesperadamente y otras apenas, de superar. El hecho de que estas cualidades se vieran atenuadas por su carisma, ingenio e inteligencia es poco relevante; cualquiera puede ser agradable cuando la situación es fácil.
No es fácil saber qué pensar de la película Steve Jobs. ¿Estamos viendo a un hombre que luchó valientemente por conocerse a sí mismo y por aprender a ser un mejor ser humano? ¿O estamos viendo a alguien que cree que está hecho de un código erróneo que debe arreglarse antes de que pueda esperarse que funcione correctamente? ¿Tenía Jobs problemas a la hora de conectar emocionalmente en sus relaciones y utilizaba por ello su inteligencia para mostrar una apariencia convincente de sociabilidad? ¿O era solo una colección de circuitos que formaban algo así como un ser humano? ¿Tiene un ordenador sentimientos? ¿Y nosotros?
Estas preguntas nos las podemos hacer todos nosotros. Durante siglos de pensamiento y estudio, desde la filosofía antigua a la neurociencia moderna, numerosas personas han tratado de responder a estas preguntas. Quizás sea normal estar decepcionado con el hecho de que esta película no nos aporte información más clara sobre quién era Steve de lo que ya se sabía hasta ahora. Se trata más bien de lo que usted crea sobre Jobs, y sobre usted mismo.