¿Por qué la gente quiere poder?
Enrique Castro-Mendivil/Reuters
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Una nueva investigación sugiere que estar a cargo de algo resulta atractivo porque ofrece libertad y no porque permita a la gente controlar a los demás.

Los autores del estudio, de la Universidad de Colonia, la Universidad de Groninga y la Universidad de Columbia, presentan dos concepciones diferentes del poder: poder como influencia y poder como autonomía. Estos escriben:

«El poder como influencia se expresa a través del control sobre los demás, lo que podría implicar ser responsable de los demás. Por el contrario, el poder como autonomía es una forma de poder que permite a una persona hacer caso omiso y resistirse a la influencia de los demás y por lo tanto dar forma a su propio destino».

Su pregunta es: ¿Cuál de estas cosas, la influencia o la autonomía, son capaces de satisfacer el deseo de poder de las personas?

En la primera parte del estudio, 100 participantes realizaron un estudio en línea en el que tenían que imaginar que les habían ofrecido un ascenso en el trabajo. A algunos participantes se les dijo que el ascenso les proporcionaría más poder sobre sus subordinados, pero menos autonomía; a otros se les dijo que tenían más autonomía para establecer sus propios objetivos, pero menos influencia.

Ninguno de los escenarios incluía un aumento de sueldo, y en cualquier caso, a su jefe le daría igual si aceptan o no el ascenso.

Cuando se les preguntó si aceptarían su nuevo papel, el 62 por ciento de las personas del grupo de mayor autonomía aceptó el ascenso, mientras que solo el 26 por ciento del grupo de mayor influencia hizo lo mismo. Las cifras fueron similares en otra encuesta en la que a todos los participantes se les ofreció ambos ascensos.

Para el siguiente experimento, 40 estudiantes holandeses de licenciatura hicieron algunos BLARPing o juegos de roles en la oficina. En ellos, algunos participantes hacían de jefes y otros de asistentes. Se dijo a los participantes que tenían que completar una lista de tareas (algunas divertidas y otras aburridas) y que los jefes serían los encargados de decidir quiénes debían hacer qué tareas. Tras llevar a cabo el experimento, los asistentes informaron que eran menos felices, experimentaron menos autonomía y menos influencia, y tenían un deseo mayor de poder que los que hicieron el papel de jefes. Pero dentro de los asistentes, los que sentían falta de autonomía fueron los que deseaban más el poder. El sentimiento de falta de influencia no tuvo el mismo efecto.

«La autonomía calma el deseo de poder adicional, pero la influencia no (o mucho menos)».

A continuación, en un grupo de estudios – dos con americanos y otro con indios –se pidió a los participantes que recordaran un momento en el que tuvieran poder sobre otras personas, o cuando otra persona tenía poder sobre ellos (o qué pasó ayer, como control) . Después respondieron a unas preguntas sobre si estaban satisfechos con el nivel de poder y control que tenían en dicha situación. En los tres estudios, los investigadores llegaron a la misma conclusión:

«La autonomía calma el deseo de poder adicional, pero la influencia no (o mucho menos)».

Y, por último, los investigadores llevaron a cabo un estudio entre 986 lectores de una revista holandesa «dirigida a profesionales», en el que los lectores tenían que indicar el nivel de poder que tenían en sus puestos de trabajo (en función de su posición en la jerarquía de su compañía), luego tuvieron que completar encuestas sobre la autonomía que les proporcionaba su puesto, su influencia y cuál era su deseo de más poder. Los altos directivos indicaron que tenían mucha autonomía y poco deseo de poder, mientras que los que tenían puestos de menos poder deseaban más poder que los altos directivos.

En resumen, esta investigación indica que el deseo de poder puede ser confuso. En general, cuando las personas dicen que quieren poder, lo que realmente quieren es autonomía. Y cuando consiguen esa autonomía, tienden a dejar de querer poder.

Que las personas valoran la autonomía sobre la influencia va en contra de la teoría de la autodeterminación, una teoría psicológica que sugiere que la autonomía es una de las necesidades psicológicas básicas de los humanos, junto con las relaciones y la competencia. Según esa teoría, la influencia no es una necesidad. Otro estudio sugiere que el deseo de poder disminuye el bienestar de las personas. Sin embargo, una vez que lo alcanzan, son más felices porque se sienten más auténticos, el poder les hace sentir que las circunstancias de sus vidas van de la mano con quiénes son en su interior. Esto puede deberse a que el poder les brinda la libertad de tomar sus propias decisiones, y su sentido de bienestar crece cuando hacen lo que quieren.

Los investigadores del nuevo estudio sugieren que la influencia puede parecer más importante simplemente porque es más visible. Resulta más fácil ver cómo la gente controla a los demás que apreciar su autonomía. El estudio hace referencia a verdaderos líderes como Napoleón, César, Obama y Putin, y ficticios como Darth Vader y Sauron, y dice:

«El sentido de la autonomía de estos poderosos individuos no es tan visible: Se refleja en la ausencia de limitaciones, la ausencia de que sus planes y ambiciones se vean frustrados - una ausencia que pasa inadvertida».

Llegaron a la conclusión de que «esto puede dar lugar fácilmente a una falsa comprensión de lo que impulsa el deseo de poder».

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