Pregúntale a alguien cuál es su principal objetivo en la vida y la mayoría de las personas te dirán que quieren ser felices.
La felicidad es algo que todos nos esforzamos por encontrar. Creemos que solo seremos felices una vez que consigamos ciertas cosas como comprar la casa perfecta, casarnos o ganar mucho dinero. Para la mayoría de nosotros el dinero es un recurso limitado y en lo que gastamos nuestro dinero es lo que debería hacernos finalmente felices.
Es una idea equivocada que tener más dinero nos hará más feliz. Muchos estudios han demostrado que lograr un objetivo de riqueza nos hace felices pero que nuestra felicidad disminuye rápidamente a partir de entonces. Las cosas materiales abundan en esta época de avances tecnológicos y tendemos a querer gastar el dinero que hemos ganado con el sudor de la frente en los últimos smartphones, ordenadores o coches.
Dada la elección entre gastar nuestro dinero en posesiones o en algún tipo de experiencia, la mayoría de la gente optará por el último dispositivo creyendo que este les hará más felices a largo plazo. Después de todo, un teléfono nuevo durará mucho más que unas vacaciones de tres semanas en Nueva Zelanda, ¿verdad? Bien, ahí es donde puede que te equivoques y aquí encontrarás las 5 razones de por qué.
1. Nos adaptamos a las posesiones rápidamente
¿Compraste alguna vez algo y te sentiste más feliz? Piensas que algo es lo mejor del mundo en ese momento, pero seis semanas más adelante ¿sentirás aún lo mismo? Probablemente no. El problema es que, como seres humanos estamos hechos para adaptarnos a las cosas.
El Dr. Thomas Gilovich, un psicólogo de la Universidad de Cornell ha realizado una exhaustiva investigación sobre la relación entre el dinero y la felicidad. Ha descubierto que el enemigo de la felicidad es la adaptación y que podemos aburrirnos de las cosas muy fácilmente, especialmente a las que le tenemos menos vínculo afectivo. Por tanto, los estudios de Gilovich han demostrado que el dinero compra la felicidad, pero solo hasta cierto punto.
2. Las posesiones favorecen las comparaciones con los demás
Eres mucho menos propenso a comparar de forma negativa tus propias experiencias con la de otros, que lo que harías con las cosas materiales. La envidia puede surgir a través de comparaciones sobre la riqueza material, lo que lleva a albergar negatividad hacia los demás. Las experiencias no parecen tener el mismo efecto – más personas tienden a estar fascinadas en lugar de sentir envidia por un viaje, en comparación con lo que alguien posee. Esto se debe a que es difícil cuantificar el valor relativo de las dos experiencias puesto que son muy individuales, por lo tanto, los celos y la envidia no son tanto el problema.
3. Experiencias que forman nuestra identidad
Lo que forma nuestra identidad no es el coche que conducimos, el último Smartphone que tenemos o la ropa de moda de nuestros armarios. Nuestra identidad está constituida por una acumulación de todo lo que hemos visto, las cosas que hemos hecho y los lugares en los que hemos estado. Comprar el último iPhone es emocionante pero eso no va a cambiar fundamentalmente quien eres; recorrer el Camino Inca en Perú o hacer caída libre en Nueva Zelanda enriquecerán tu vida de muchas más formas de las que podías imaginarte. Al final del día, somos la suma total de nuestras experiencias.
4. Nos interesa más las experiencias de la gente que las posesiones
Las experiencias compartidas nos conectan más a otras personas que el consumo compartido. Habla con la gente sobre el último dispositivo que te has comprado y puede que consigas algunos compradores pero lo más probable es que pierdas a tu público después de un rato. Habla acerca de tus experiencias de viaje y encontrarás personas que estén interesadas en saber más, se comprometerán más contigo y fomentarás historias similares. Al final del día, realmente no podrás establecer vínculos con alguien que tiene un reloj de Apple pero encontrarás a alguien que haya estado en los mismos lugares que tú, lo que puede ser el comienzo de una amistad.
5. Experiencias más duraderas
Es un error pensar que un objeto físico va a durar más que una experiencia única como un concierto o unas vacaciones, pero este no es el caso. Una vez que hemos experimentado algo que se queda con nosotros durante años e incluso toda la vida, la inversión es mucho mayor y los efectos son prolongados.
La anticipación es una gran ventaja cuando se trata de experiencias. La emoción comienza desde el momento que empiezas a planear unas vacaciones o una excursión a alguna parte y dura hasta el final a través de la experiencia y los recuerdos que siempre conservarás. Gilovich también descubrió que mientras una experiencia crea este entusiasmo y anticipación, comprar u ordenar una compra realmente causa impaciencia más que emoción.
Así que, tal vez pienses dos veces en que preferirías gastar tu dinero. La felicidad no se puede comprar, pero definitivamente hay maneras de gastar nuestro dinero de forma inteligente que nos ayudarán a ser más felices en nuestras vidas.