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Un fotógrafo ha capturado estas imágenes surrealistas de la capital de Corea del Norte durante una visita autorizada por el Estado.

Corea del Norte es uno de los países más herméticos y aislados del mundo. Y, sin embargo, el turismo está en auge. El gobierno ha dicho que tiene previsto recibir a dos millones de turistas al año para 2020.

Los extranjeros hacen visitas a través de agencias de viajes autorizadas por el Estado y son supervisados ​​desde el momento en que ponen un pie en la Tierra de la Calma Matinal, que está llena de paisajes urbanos impresionantes y edificios de forma irregular.

Por todas partes pueden encontrarse recordatorios del régimen represivo y totalitario de Corea del Norte. Retratos y estatuas que representan la dinastía Kim están en cada esquina y exigen respeto, mientras que los guías turísticos rara vez se desvían de los programas que les dan.

En 2016, el fotógrafo Raphael Olivier reservó una visita a Pyongyang y capturó estas extraordinarias imágenes.

“La primera palabra que viene a la mente sería sobrecogedor”, dice Olivier con respecto a la atmósfera general en Pyongyang.

Hay unos tres millones de personas que viven en la capital del país, y, sin embargo, la mayoría de las fotos de Olivier muestran calles vacías.

Cuenta que las personas trabajan, estudian y se mantienen ocupadas fuera de la vista durante el día. Por toda la zona del centro puede escucharse una música dramática.

Es una ciudad relativamente nueva y que todavía está cambiando. Durante los bombardeos de la Guerra de Corea, EE. UU. destruyó prácticamente toda la capital, y la arquitectura de Pyongyang comenzó a levantarse de entre los escombros a partir de 1953.

El padre fundador del país, Kim Il-sung, concibió este nuevo Pyongyang como “un gran jardín de la arquitectura Juche”, o de la autosuficiencia.

La construcción del Hotel Ryugyong comenzó en 1987. Hoy en día, se eleva sobre el paisaje urbano.

Las megaestructuras de hormigón pintadas como huevos de Pascua dominan el horizonte. Según Olivier, estas torres están destinadas a irradiar fuerza, resistencia, y el orgullo nacional.

Aunque los edificios no son muy elegantes, su durabilidad prevista representa uno de los principales postulados de la ideología Juche.

“La ciudad es un escaparate increíble de la arquitectura clásica socialista perfectamente conservada, a la que no ha afectado la contaminación visual de vallas publicitarias comerciales, comercios llamativos, o feos edificios de oficinas”, dice Olivier.

La pista de hielo de Pyongyang, construida en 1981, parece una tienda india futurista. Cuenta con espacio para más de 6.000 espectadores.

En el interior, Olivier encontró a patinadores de diferentes niveles de habilidad pasando un rato en el hielo. Retratos de Kim Il-sung (primer líder supremo del país, que también estableció el comunismo en Corea del Norte), y su hijo, Kim Jong-il, cuelgan por encima de sus cabezas.

El Pyongyang International Cinema House se encuentra casi abandonado a las afueras de la ciudad. El hormigón descubierto y los bordes afilados se inspiran en los principios de la arquitectura neoclásica estalinista.

El edificio se abre para eventos especiales, tales como el Festival Internacional de Cine de Pyongyang, que se realiza cada dos años.

Pyongyang no carece de cultura, según Olivier, aunque puede que sea difícil de encontrar.

“Un aspecto muy sorprendente de Corea del Norte es lo real, sencillo y humano que se ve el lugar en comparación a como se describe a menudo en los medios internacionales”, dice Olivier. “Resulta que la gente aquí disfruta cantando, riendo, y pasando tiempo con la familia y amigos”.

También notó poca gente pegada a sus teléfonos, debido en parte al ahogamiento de Corea del Norte con respecto a Internet. Fue “extrañamente refrescante”, aunque por una razón inquietante.

Observó cómo le cortaban el pelo a un hombre en un complejo sanitario estatal.

Olivier incluso pudo ver un espectáculo en el Gran Teatro de Pyongyang, donde actuaba la Ópera Revolucionaria de Corea del Norte.

Hizo fotos siempre que encontró una oportunidad, sobre todo en las paradas especialmente designadas de la visita. “Como turista, uno no es libre de caminar sin guías”, dice Olivier. “Los sitios visitados son cuidadosamente seleccionados y los circuitos están bien planificados”.

Tras su entrada en el país, a los visitantes se les instruye sobre qué pueden y qué no puede fotografiar. A la salida, los agentes de aduanas inspeccionan tu teléfono y otros dispositivos digitales, como cámaras, tabletas y tarjetas de almacenamiento, en busca de contenido prohibido.

En Pyongyang, sólo ves lo que el gobierno te permite ver.

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