Unos minutos antes de las 22:00 h de cada noche del viernes, se produce una avalancha de jóvenes hacia los bares y clubs de Maiduguri, cronometrando su llegada a la perfección para evitar el toque de queda nocturno. Una vez dentro, los marchosos se quedan bailando hasta que abren los controles después del amanecer.
Aquí, en el lugar donde nació Boko Haram, un grupo que ha perpetrado una brutal insurgencia en el noreste de Nigeria desde 2009, con una matanza que se estima en 20.000 personas y que provocó el desplazamiento de más de 2 millones, se está restableciendo lentamente un sentimiento de normalidad tras la campaña armada orquestada.
Mientras la gente del estado de Borno ha huido a áreas urbanas y campamentos para escapar de los frecuentes ataques de terror, Maiduguri ha más que duplicado su tamaño y ha albergado a miles de jóvenes que esperan rehacer sus vidas.
El nuevo presidente de la nación, Muhammadu Buhari, un antiguo general, fue elegido el año pasado por su promesa de limpiar las milicias y sofocar la insurgencia. En los últimos 15 meses, las fuerzas armadas han combatido el grupo del terror en sus fuertes en remotas villas y poblaciones por todo el estado.
Como resultado, el El-Kanemi Warriors, el equipo de fútbol local se ha sentido lo suficientemente seguro como para jugar partidos en casa en la liga de fútbol nigeriana por primera vez en dos años. La Universidad de Maiduguri ha comenzado a celebrar ceremonias de graduación.
Fati Abubakar, de 30 años, una fotógrafa que ha captado la vida diaria de un estado revuelto y ha publicado imágenes en su cuenta de Instagram Bits of Borno, cree que se está restableciendo el sentimiento de normalidad. “Borno siempre ha sido conocido por acoger las bodas más ostentosas y coloridas”.
Este afirmó:
“La insurgencia las frenó, pero ahora vuelven con toda su fuerza. Todo el mundo está dispuesto a volver a vivirlas”.
Vida nocturna
Sunday Yuguda, de 32 años, conocido como DJ X-Mix, ha pinchado en Maiduguri durante una década. Se hizo un nombre en el Lake Chad Club de la ciudad, donde pinchaba hip-hop, Fela Kuti y una fusión de varios estilos que deben su influencia a las pistas de baile, ahora llamados sonidos Afrobeat.
“Antes de Boko Haram, Maiduguri era un lugar de moda”, este afirmó. “Estaba tan concurrido que te podías despertar a las 2:00 de la madrugada, irte de casa y encontrarlo abierto. Pero ahora la afluencia a los clubs se ha reducido debido a que nadie quiere pasar vergüenza en los controles de seguridad”.
Ahora la vida nocturna está de regreso. El Sahara nightclub, en los límites de la ciudad, ve que sus cifras aumentan. “La gente acude en tropa”, comenta Yuguda.
“Especialmente los miércoles y los viernes, cuando las mujeres tienen la entrada gratuita. Pinchamos de nuevo música hasta las 2:00 o las 3:00 de la madrugada”.
Sally Hayden, una periodista irlandesa que retransmitía desde Maiduguri en mayo, explicó que veía a la gente empezar el “clubbing” el sábado para tener tiempo suficiente antes del toque de queda. Otros optan por quedarse hasta el amanecer del día siguiente”.
Los jóvenes clubbers van a Hot Bites, a tiro de piedra del palacio custodiado y residencia del gobernador del estado Ali Modu Sheriff. Allí, animados por la música pop de Tekno, Wizkid y Mr Eazi, los jóvenes cristianos bailan con las mujeres musulmanas Kanuri y Shuwa, un escenario que ofrece una visión diferente de una ciudad normalmente descrita como “la frontera con el yihadismo africano”.
Una paz simulada
Aunque el estado de Borno es en su mayoría conservador y musulmán, como en cualquier lugar del mundo, los jóvenes han encontrado la forma de romper las reglas impuestas por sus progenitores.
Khadeejah, de 21 años, un recién licenciado de la Universidad de Maiduguri, que solo ha dado su nombre de pila, frecuenta regularmente los clubs. Este afirmó:
“Muchas de las chicas de aquí les dicen a sus padres que se quedan a dormir con sus amigas pero después vienen a los clubs y se cambian de ropa para ponerse vestidos más sugerentes, dejando la ropa tirada por cualquier sitio dentro del local”.
Khadeejah y su amigo Falmata, de 24 años, comienzan el fin de semana con un viaje para comprar las drogas que van a consumir en las fiestas de esos días. “Tienes que estar bien colocado antes de ir al club”, afirmó Falmata.
En agosto, la National Drug Law Enforcement Agency del estado de Borno anunció que había incautado 20 toneladas de drogas en Maiduguri en dos años, una cifra agravada por los 22 campamentos próximos que acogen a los desplazados internamente, donde prevalece el consumo de droga.
Por esta razón, Thierry Laurent-Badin, el director de los programas del grupo de ayuda humanitaria para la alimentación Action Contre la Faim, es prudente a la hora de declarar que la ciudad esté levantando cabeza.
“Mientras Maiduguri parece, en la superficie, estar volviendo a la vida lentamente, es importante entender que la población de la ciudad se ha más que duplicado en los últimos cuatro años”, afirmó. “El trauma derivado de este desplazamiento tendrá un impacto duradero en los individuos y en las comunidades”. Afirmó que gran parte de la población era “extremadamente vulnerable a la explotación”.
Pero Abubakar enfatizó que por primera vez en años no ha habido ataques en las celebraciones de la festividad Eid al-Adha en septiembre, lo que tuvo un profundo efecto en la gente local.
“Este año hemos tenido una preciosa experiencia ya que por primera vez en años no se ha bloqueado la ciudad por miedo a los ataques, de manera que la gente está entusiasmada, sobre todo los niños”, afirmó Abubakar.