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Hablamos sobre cómo la industria del sexo ha pasado de las calles a Internet.

Cuando Kate*, una estudiante de secundaria, andaba mal de dinero, se buscó un trabajo aparentemente fácil como chica de compañía de un club nocturno en Mong Kok, en el barrio rojo más infame de Hong Kong, inundado por luces de neón. Lo malo era que por cada noche de trabajo sacaba una miseria, así que cuando conoció a un mafioso que le propuso conseguirle clientes para poder ganar mucho más —por acudir a citas fáciles, donde solo tenía que brindar a los clientes la experiencia de estar saliendo con una chica—, a Kate le entusiasmó la idea.

Llevó a Kate a una habitación y le obligó a hacer shi gong, que en chino significa probar a una chica antes de venderla. Luego la dejó tirada.

Este no es el argumento de una película de los 70 sobre tríadas chinas, sino solo uno de los numerosos ejemplos típicos que han hecho que las jóvenes de la ciudad que se dedican a la prostitución utilicen la tecnología para trabajar por su cuenta. Poco después de que Kate se metiera en problemas en el club de noche —como muchas otras jóvenes estudiantes en Hong Kong actualmente—, descubrió foros en la red donde podía llevar su propio negocio como trabajadora sexual. En HK Big Man y HK Mensa, donde proliferan cada día los anuncios, se ofrecen “citas remuneradas” sin necesidad de intermediarios.

Bowie Lam Po-yee, que está al frente de una organización llamada Teen’s Key que proporciona ayuda comunitaria a estas chicas, asegura que en muchas ocasiones una de ellas encuentra un anuncio que le gusta y lo copia, haciendo solamente pequeñas modificaciones. Después añade su información de contacto y acuerda el lugar de encuentro y lo que va a cobrar. Es más fácil eludir a la policía de esta forma: es menos probable que les detengan por prostituirse cuando han comprobado si es un cliente auténtico. La identidad de un policía puede resultar obvia cuando está haciendo un trato a través de una aplicación de mensajería instantánea.

“Estos foros en línea son un poco excepcionales en Hong Kong porque estas chicas son tan solo jovencitas”, dice Lam. “En realidad no reconocen que son trabajadoras sexuales. Al principio piensan que solo lo van a hacer una o dos veces, y que les resulta conveniente”.

Lam estima que hay unas 2.500 chicas que ofrecen citas remuneradas en la ciudad, según los datos recopilados por la organización durante su labor de ayuda comunitaria. La policía ha tardado en darse cuenta de lo que ocurre con estas chicas ahora que se han refugiado en la red: desde julio de 2015 hasta julio de este año, solo han detectado 12 casos de citas remuneradas. Mientras no estén tratando de captar clientes en espacios públicos, no están infringiendo la ley en Hong Kong.

Para Kate, los foros en Internet fueron el medio de lanzar su carrera acudiendo a citas remuneradas tras su espantosa experiencia en el club de alterne. Copió un anuncio de un foro que pensó que era apropiado para ella, cambiando tan solo el nombre, la edad, las medidas corporales y la información de contacto. El siguiente paso consistía en que el cliente se pusiera en contacto para concertar una cita remunerada con ella por su anuncio en el foro: las chicas usan sobre todo WhatsApp y una aplicación china de mensajes instantáneos llamada WeChat para llegar a un acuerdo con sus clientes por teléfono, especificando los servicios, el precio y el sitio.

Con este continuo auge de la era digital en Hong Kong, quien ofrece citas remuneradas disfruta de ciertos beneficios por ser su propio jefe. Sobre todo, el no sufrir más abusos sexuales y físicos por parte de mediadores mafiosos. Además, al no tener que pagar la tarifa del intermediario, se gana más dinero. En gran medida, los foros y las aplicaciones de chat están volviendo a poner el poder en manos de los trabajadores sexuales.

Patrick Wong Chun-chin, un antiguo comisario del Cuerpo de Policía de Hong Kong, afirma:

“Ahora las chicas que ofrecen citas concertadas son independientes y es poco frecuente que sean explotadas por un miembro de una tríada. Ya no es como antes, cuando los hombres acompañaban a las mujeres; no es frecuente que los hombres controlen a mujeres prostitutas en Hong Kong”.

Wong, que también es el cofundador de la empresa de seguridad privada Centinel, sostiene que los iPhones están contribuyendo a la desaparición de los bulliciosos karaokes-burdel que han sido tan populares en Hong Kong. “Hace quince años, estos eran los sitios que atraían a delincuentes y miembros de las tríadas. Sin embargo, con el cambio en el modelo de comunicación actual, este tipo de cosas anda en decadencia”.

Nos cuenta que estas citas remuneradas se anuncian haciendo un uso ingenioso del lenguaje en las entradas publicadas en los foros. Las chicas seducen a los clientes escribiendo que están “disponibles para hacer amigos”, y no mencionan los servicios sexuales hasta que entablan una conversación privada con una aplicación de mensajería instantánea.

Laura*, que aún continúa dedicándose a este tipo de citas, es un ejemplo perfecto de este poderío recién descubierto. Esta chica procedente de Macao dejó rápidamente a su intermediario después de darse cuenta de que ella misma podía negociar directamente a través del foro y de WhatsApp.

Asimismo, Laura asegura que Internet le ha dado una ventaja competitiva sobre otras trabajadoras sexuales en Hong Kong: el derecho a rechazar clientes. Puesto que puede ser selectiva cuando conversa con hombres en los chat, se rige por ciertas normas: buscar conductas agradables y tranquilas, asegurarse siempre de que él quiere usar preservativo y, por lo general, ir a por hombres de más de 30 años. Sin embargo, para las mujeres de los prostíbulos de una sola habitación de Hong Kong —la mayoría, prostitutas emigrantes de la China interior—, donde el cliente simplemente aparece, según nos cuenta ella, las trabajadoras del sexo no tienen el lujo de poder ser selectivas. “Esas chicas tienen que hacerlo todo”, afirma Laura.

No obstante, ser independiente no siempre se traduce en seguridad: mientras que Laura ha conseguido sortear cualquier problema de violencia, Kate ha sufrido la violación de un cliente. En lo que respecta a la legalidad de los foros de Internet, Lam explica que la policía los ha cerrado anteriormente para, tan solo unas semanas después, ver abierto uno nuevo.

Mientras tanto, los proxenetas no han desaparecido totalmente de la escena en Hong Kong—más que nada, porque algunas chicas, especialmente las más estudiosas, tienen dificultades para organizar su tiempo adecuadamente. Las chicas que se dedican a estas citas, que quieren seguir en el instituto y se encuentran agobiadas por los estudios —en Hong Kong y en China suelen suponer una pesada carga—, encontrarán un agente intermediario que les ayude a concertar encuentros, según cuenta Lam. Una minoría contratará sus servicios por miedo a que sus clientes puedan resultar peligrosos, ya que pueden llamarle para que les proteja.

Y, curiosamente, algunas chicas terminan haciendo de intermediarias para otras. “En realidad no se dan cuenta de que es ilegal acordarles citas a sus amigas con clientes y llevarse una comisión por ello”, dice Lam.

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