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Heidi Grant, psicóloga social y experta motivacional ofrece algunos consejos para ayudarnos a llevar a cabo nuestras tareas cuando queremos posponerlas por un motivo u otro.

Ahí está el proyecto que has dejado para más tarde – el que tiene un plazo de entrega que está cada vez más cerca. Y ahí está el cliente a quien deberías devolverle la llamada – el cual no hace nada, sino quejarse y hacerte perder tu valioso tiempo. Y, ¿no ibas a intentar ir al gimnasio más a menudo este año?

Imagina cuánta menos culpa, estrés y frustración sentirías si decidieras hacer las cosas que no quieres cuando se supone que tienes que hacerlas. Por no mencionar cuánto mejoraría tu vida personal y laboral.

La buena noticia es que puedes hacerle frente al problema de posponer siempre las cosas, si utilizas la estrategia correcta. Averiguar cuál utilizar depende de la razón por la que pospones las cosas en primer lugar:

Razón nº 1. Pospones algo porque tienes miedo de estropearlo

Solución: Adopta un “enfoque preventivo”.

Hay dos maneras de enfocar cualquier tarea. Puedes hacer algo porque lo ves como una forma de mejorar tu vida. Por ejemplo, si termino este proyecto con éxito voy a impresionar a mi jefe, o si hago ejercicio con regularidad voy a tener un aspecto increíble.

Los psicólogos llaman a esto motivación de la promoción – y los estudios demuestran que funciona mejor cuando te sientes motivado por la idea de obtener ganancias, y trabajas mejor cuando te sientes ilusionado y optimista. Suena bien, ¿no? Bien, si tienes miedo de de no hacer bien la tarea en cuestión, este no es el enfoque para ti. La ansiedad y la duda socavan la motivación de la promoción, dejándote con menos probabilidades de emprender cualquier acción.

Lo que necesitas es una manera de ver lo que tienes que hacer que no se vea socavado por la duda – idealmente, una que se alimente de ella. Cuando tienes un enfoque preventivo, en lugar de pensar en cómo puedes acabar mejor, ves la tarea como una forma de aferrarte a lo que ya tienes – para evitar pérdidas.

Para los que usan el enfoque preventivo, completar con éxito un proyecto es una manera de evitar que su jefe se enfade o tenga una mala opinión de esa persona.

Décadas de investigación, que describo en mi libro Focus (Enfoque), demuestran que la motivación de la prevención se ve realzada por la ansiedad acerca de lo que podría salir mal. Cuando te concentras en evitar pérdidas, se hace evidente que la única manera de salir del peligro es tomar medidas inmediatas, de lo contrario será demasiado tarde. Cuanto más preocupado estés, más rápido te sentarás a trabajar.

Sé que esta no parece la forma más divertida de trabajar, pero probablemente no haya una mejor manera de superar tu ansiedad sobre si vas a estropear algo, que pensar seriamente en todas las terribles consecuencias de no hacer nada en absoluto. Adelante, ten miedo. Es desagradable, pero funciona.

Razón nº 2. Pospones algo porque no tienes ganas de hacerlo

Solución: Haz como Spock de Star Trek e ignora tus sentimientos. Están interponiéndose en tu camino.

En su excelente libro “El antídoto: Felicidad para gente que no soporta el pensamiento positivo”, Oliver Burkeman señala que la mayoría del tiempo, cuando decimos cosas como “no puedo levantarme temprano por las mañanas”, o “Simplemente no puedo hacer ejercicio”, lo que realmente queremos decir es que no queremos hacer estas cosas.

Después de todo, nadie te ata a tu cama cada mañana. No hay unos intimidantes porteros bloqueándote la entrada al gimnasio. Físicamente, no hay nada que te detenga – simplemente no te apetece. Pero como pregunta Burkeman:

“¿Quién dice que necesitas esperar hasta que ‘tengas ganas’ de hacer algo para comenzar a hacerlo?”

Piensa en ello un momento, porque es realmente importante. En algún momento del camino, todos nos hemos creído esa idea – sin darnos cuenta conscientemente – de que para estar motivados y ser eficaces necesitamos tener ganas de emprender esa acción. Tenemos que estar ansiosos de hacerlo. En realidad no sé por qué creemos esto, porque no tiene ningún sentido.

Sí, en algún momento necesitas estar comprometido con lo que estás haciendo – quieres ver el proyecto terminado, o estar más sano, o comenzar temprano tu día. Pero esto no quiere decir que debes tener ganas de hacerlo.

De hecho, como señala Burkeman, la mayoría de los artistas, escritores e innovadores más prolíficos han llegado a ser lo que son en parte debido a su dependencia de rutinas de trabajo que los obligaron a dedicar un cierto número de horas al día, por muy poco inspirados que se hayan sentido. Burkeman nos recuerda la observación del artista de renombre Chuck Close:

“La inspiración es para los aficionados. El resto de nosotros simplemente llega y se pone a trabajar”.

Así que si estás sentado, posponiendo algo porque no te apetece, recuerda que en realidad no necesitas tener ganas. No hay nada que te esté deteniendo.

Razón nº 3. Pospones algo porque es difícil, aburrido, o simplemente desagradable

Solución: Utiliza la planificación “si – entonces”.

Con demasiada frecuencia, tratamos de resolver este problema en particular mediante nuestra fuerza de voluntad: La próxima vez, me voy a obligar a empezar esto antes. Por supuesto, si realmente tuviéramos la fuerza de voluntad para hacerlo, nunca lo pospondríamos en primer lugar. Los estudios demuestran que las personas tienden a sobreestimar su capacidad de autocontrol, y confían en ella con demasiada frecuencia para ahorrarse problemas.

Sin embargo, acepta el hecho de que tu fuerza de voluntad es limitada y que no siempre podrás hacerle frente a las cosas que te resultan difíciles, tediosas o simplemente horribles. En lugar de eso, utiliza la planificación “si – entonces” para realizar el trabajo.

Este tipo de planificación no solo implica decidir qué pasos específicos necesitas tomar para completar un proyecto – también supone decidir dónde y cuándo lo tienes que hacer.

“Si son las 2 de la tarde, entonces voy a parar de hacer lo que estoy haciendo y empezar a trabajar en el informe que me pidió Bob”.

o:

“Si mi jefe no menciona mi solicitud de un aumento de sueldo en nuestra reunión, entonces sacaré el tema nuevo antes de que termine la reunión”.

Decidiendo por adelantado exactamente lo que vas a hacer, y cuándo y dónde vas a hacerlo, no habrá deliberación cuando llegue el momento. No es: ¿Tengo realmente que hacer esto ahora?, o ¿puede esperar esto hasta más tarde? O tal vez debería hacer otra cosa en su lugar.

Es en esos momentos que deliberamos cuando se necesita fuerza de voluntad para tomar las decisiones difíciles. Pero planificación “si – entonces” reduce drásticamente las demandas que se le hacen a tu fuerza de voluntad, asegurándote de que has tomado la decisión correcta antes del momento crítico. De hecho, más de 200 estudios han demostrado que esta planificación aumenta las tasas de logro de objetivos y la productividad en un 200-300% de promedio.

Entiendo que estas tres estrategias – pensar en las consecuencias del fracaso, ignorar tus sentimientos y realizar una planificación detallada – no suenan tan bien como consejos del tipo “Persigue tu pasión” o “Mantente positivo”, pero tienen la ventaja de ser efectivas – lo cual, como es el caso, puede ayudarte mucho en el trabajo.

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