El escritor y empresario Jeff Goins habla por qué la historia de riesgo y recompensa no es más que un cuento de hadas.
Estamos condicionados a ver los grandes cambios laborales como un riesgo que siempre acaba con una recompensa, pero en realidad no siempre es así.
No hace mucho tiempo, mi amigo Bryan dejó su trabajo como escritor técnico en una empresa del Fortune 500 para empezar a hacer algo nuevo.
En su último día, todos los compañeros de su oficina sentían una mezcla de envidia y sorpresa. No podían creer que se fuera a marchar, había tomado una importante decisión. Sin embargo, la verdad es que Bryan llevaba 10 años planeando este cambio.
Echa un vistazo a todos los libros sobre negocios de tu estantería, escucha a algún gurú hablando sobre su propia experiencia, o visita a un viejo amigo de la universidad que haya tenido gran éxito por su cuenta, y seguramente escucharás la misma frase una y otra vez: "Di el salto".
Esta es la frase que nos encanta repetir cuando hablamos sobre el éxito. Es un cuento de riesgo y recompensa, uno que oímos constantemente de boca de empresarios ricos, grandes estrellas de cine y artistas de éxito. Pero es una gran mentira.
Los grandes cambios suceden lentamente
Recientemente me preguntaron en un podcast cómo me había convertido en escritor a tiempo completo. Querían averiguar cuál fue mi gran cambio.
"No tuve ningún momento estelar, ninguna declaración dramática que lo cambiara todo”.
No tuve ningún momento estelar, ninguna declaración dramática que lo cambiara todo. Pero en cuanto empecé a analizar el éxito, me di cuenta de que los cambios lentos y estables son más comunes de lo que pensamos.
En 1975, Bill Gates fundó Microsoft. Pero tuvieron que pasar seis años hasta que lograra un contrato con IBM. Luego, pasaron otros cinco años antes de que la empresa saliera a Bolsa, convirtiendo a Gates en multimillonario. Todo el mundo decía que se había hecho rico "de la noche a la mañana".
Steve Jobs tardó incluso más tiempo. Este, junto a Steve Wozniak, fundó Apple Computer en 1976, pero no tuvo ningún éxito hasta 1984, con el lanzamiento del Macintosh. Abandonó la empresa para luego volver, y todo esto sucedió antes de que la empresa se convirtiera en el gigante que es ahora.
Otra historia importante del sector tecnológico es la de Google. Sus fundadores, Larry Page y Sergey Brin también tardaron en alcanzar el éxito. Fundaron la empresa en 1996, y tuvieron que esperar 8 años hasta que su motor de búsqueda superara a la competencia, lo que impulsó a la empresa a salir a Bolsa y alcanzar una capitalización de mercado de 23.000 millones de dólares.
Esto es coherente con lo que el investigador K. Anders Ericsson llama su teoría de la "práctica deliberada" y la "regla de las 10.000 horas" que posteriormente popularizó Malcolm Gladwell. En su investigación, Ericsson argumentó que para que alguien se convierta en un experto en su campo, son necesarias al menos 10.000 horas de práctica. En otras palabras, antes de dejar tu trabajo o hacer el próximo cambio en tu carrera, dedica tiempo para desarrollar las habilidades necesarias para tener éxito en tu nuevo proyecto.
Cómo los grandes cambios van mal
Sin embargo, en estos días, tal vez más que nunca debido a la incesante aparición de startups tecnológicas y a la facilidad de abrir un negocio online, todavía estamos obsesionados con el salto.
¿Por qué? Porque creemos que es lo que estamos viendo a nuestro alrededor: Asumimos que la gente tiene éxito porque toma una decisión y decide dar el salto. Eso no es lo que realmente funciona en la mayoría de las ocasiones.
El Dr. Robert Maurer, autor de “Un pequeño paso puede cambiar tu vida”, argumenta que nos encanta la idea del gran cambio. Pero no es así lo que sucede en la mayoría de las historias de éxito. Una de las razones es que nuestros cerebros están diseñados para rechazar grandes cambios. Así es como lo explica en una entrevista:
"El cerebro responde a los grandes desafíos activando la amígdala, el centro del miedo del cerebro. Si el desafío se percibe como demasiado grande, si la persona tropieza, el miedo se vuelve incapacitante y la persona se da por vencida, a menudo presa de la desesperación o la autocrítica. Si los pasos son pequeños, el mecanismo del miedo es silencioso, por lo que el cerebro desarrolla nuevos hábitos a partir de la repetición de pequeños pasos".
Maurer defiende el uso del kaizen, el proceso japonés de mejora continua y gradual. En vez de intentar perder peso, haz ejercicio durante un minuto al día, luego dos, luego tres, y así sucesivamente. Con el tiempo, algo pequeño puede convertirse en algo grande y sostenible. Como Aristóteles dijo:
"Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto, sino un hábito".
Si haces algo lo suficiente - cualquier cosa - se convertirá en un hábito".
En vez de dar el salto
Entonces, ¿cómo puedes poner en práctica el consejo de Maurer?
- Primero, empieza con algo pequeño - realmente pequeño. La mayoría de la gente cree que para conseguir algo grande tienen que empezar un gran proyecto. Pero eso no es verdad. La gente que persigue sus sueños comete este error a diario. Intentan alcanzar un gran éxito saltándose los pequeños pasos. Por esta razón acaban fracasando.
- En segundo lugar, construye el hábito con el tiempo. Todo, desde el yoga hasta la mecánica automovilística requiere práctica. Y cuanto más trabajes en ello, más fácil se convertirá. Los hábitos hacen que todo sea más fácil y nos ayudan a mejorar.
- Si desarrollas tus habilidades poco a poco, al final no tendrás que hacer ningún salto, ya que habrás construido lentamente un puente estable. No, probablemente no será una buena historia para Hollywood. Pero es mucho más probable que dure.