Mucho ha cambiado en San Francisco desde 2010. Los coches compartidos y los e-scooters han invadido las calles, los robots han empezado a vagar por la ciudad y Twitter y Uber han trasladado su sede central allí en lugar de hacerlo a Silicon Valley, como el resto de gigantes tecnológicos.
Se han erigido rascacielos de cristal de lujo y han aparecido más oficinas de compañías de tecnología.
Y quizás nada ha cambiado tanto el paisaje urbano como la Torre Salesforce; el rascacielos del gigante del software en la nube.
La omnipresente torre representa el crecimiento del sector tecnológico en San Francisco durante la última década, ya que las empresas y los trabajadores del sector se han ido desplazando continuamente a las afueras de la ciudad. La invasión tecnológica ha ahogado visiblemente gran parte del espíritu bohemio de la ciudad, lo que ha provocado el cierre de tiendas de música y la marcha de una gran cantidad de artistas.
El dinero de la tecnología ha permitido incluso que los proyectos de la ciudad se hagan realidad - el estadio deportivo de clase mundial de 1.400 millones de dólares del Golden State Warrior, por ejemplo, no habría visto la luz sin el dinero invertido por los gigantes tecnológicos.
Así es cómo algunas partes de San Francisco han cambiado durante los últimos 10 años y lo que eso significa para la ciudad.
El horizonte de la ciudad estaba libre de la imponente Torre Salesforce en 2013, que fue cuando comenzó la construcción.
Sin embargo, en 2019, la figura reina sobre los rascacielos vecinos e incluso sobre la Pirámide Transamericana.
La Pirámide Transamericana era el edificio más alto de la ciudad desde su construcción en 1969.
Pero fue superada por la Torre Salesforce cuando el rascacielos fue terminado en 2017.
La Torre Salesforce ahora sirve como la sede global de la compañía de software en la nube. Puede que solo sea una adición al horizonte…
... pero el predominio de la Torre Salesforce es indicativo de la huella que la industria de la tecnología ha dejado en la ciudad, particularmente durante la última década.
Desde 2006, se han colocado carteles de AT&T en el estadio de los Gigantes de San Francisco.
Sin embargo, AT&T renunció a los derechos de denominación del estadio en 2018, y la empresa Oracle, con sede en el área de la bahía, se hizo cargo de la inauguración.
Aunque la cantidad no fue desvelada, Oracle podría haber desembolsado entre 300 y 350 millones de dólares por un acuerdo de 20 años.
Oracle había ostentado previamente los derechos de nombre del estadio de Oakland de los Golden State Warriors antes de que el equipo de baloncesto del área de la bahía se mudara al nuevo Chase Center en San Francisco.
Los Golden State Warriors recibieron el terreno en el barrio Mission Bay de manos del director ejecutivo de Salesforce, Marc Benioff, por un precio no revelado. La construcción comenzó en 2017.
Y el reluciente nuevo estadio fue completado en 2019, con demasiada fanfarria.
El equipo financió de forma privada el estadio de 1.400 millones de dólares gracias al respaldo de algunas de las mayores compañías tecnológicas. Antes de la inauguración del estadio, el equipo ya había recaudado 2.000 millones de dólares con la venta de entradas, suites y patrocinios corporativos. Y el equipo también disfrutará de los ingresos generados por el espacio de oficinas que se construyó como parte del proyecto. La nueva oficina será ocupada por el gigante Uber.
Uber fue el que inició la introducción del viaje compartido en San Francisco en 2010, sin permiso, y Lyft lo siguió poco después. Antes, la flota de taxis de la ciudad era la encargada de transportar a los ciudadanos.
Ahora los taxis representan 1/12 de los viajes realizados por coches compartidos.
Los estudios han demostrado que las aplicaciones de "transporte compartido" han contribuido a aumentar la congestión del tráfico, en San Francisco y en otras áreas metropolitanas donde son utilizadas.
Uber fue el primero en lanzar su producto en San Francisco sin el permiso de la ciudad y ahora se ha convertido en una tendencia que considera las calles de la ciudad como un patio de recreo para las nuevas empresas tecnológicas que buscan probar nuevas tecnologías. Las empresas de scooters eléctricos seguirían el mismo camino poco después.
Antes de 2017, los habitantes de la ciudad usaban bicicletas para moverse por la ciudad.
Pero en 2017, los e-scooters entraron en el ecosistema de la ciudad, y ahora San Francisco está lleno de ellos.
En 2017, las empresas de e-scooters Bird y Lime lanzaron sus scooters sin el permiso de la ciudad. Se les prohibió la entrada durante algún tiempo, pero esto marcó un cambio. Desde entonces, otras empresas de scooters han ido apareciendo y las quejas no han tardado en llegar, ya que los usuarios pueden dejar los scooters prácticamente en cualquier lugar.
Los robots de reparto también han invadido la ciudad, como la empresa de reparto Marble, que empezó a probar sus robots de reparto en 2016 antes de que la Junta de Supervisores de la ciudad lanzara una de las regulaciones más restrictivas del país en materia de robots de reparto. La congestión en las aceras fue uno de los factores más importantes.
Los lanzamientos sorpresa en San Francisco han llevado a la ciudad a abrir una oficina dedicada a regular la nueva tecnología antes de que esta sea lanzada en sus calles.
A pesar de toda esta evolución, algunas partes esenciales de San Francisco han mantenido su apariencia.
El distrito de Chinatown de la ciudad, aparte de algunos cambios superficiales, conserva más o menos el mismo aspecto.
Lo mismo ocurre con la librería City Lights Bookstore de North Beach, la primera librería rústica del país que abrió sus puertas hace 70 años.
La librería publicó la obra Howl, del poeta Allen Ginsberg, en 1955, estableciéndose como el corazón de la Generación Beat y un destino obligado turistas y lugareños hasta el día de hoy.
Los bohemios de los años sesenta y setenta dejaron también una marcada huella en la ciudad. Los restos de ese espíritu bohemio han ido desapareciendo conforme las empresas tecnológicas se han ido acomodando en la ciudad.
Una tienda de música de 40 años en Haight Ashbury, abierta por el hermano del bajista de Janis Joplin, ha anunciado recientemente que va a cerrar. Y aunque todavía se pueden encontrar artistas, muchos se han unido al éxodo del área de la bahía para escapar de los alquileres extremadamente altos.