5 reglas para tener una mente feliz
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Sigue estos principios para conseguir un estado de ánimo más tranquilo y menos preocupaciones.

Más allá de un mínimo de riqueza material y seguridad personal, la felicidad es en gran medida una cuestión de mentalidad.

Y a pesar de que muchos vendedores de aceite de serpiente y gurús de la autoayuda han intentado presentar esta idea como algo sencillo y fácil, es todo lo contrario:

  • Requiere paciencia y perseverancia.
  • Requiere flexibilidad y amplitud de miras.
  • Requiere humildad y conciencia de sí mismo.
  • Pero, sobre todo, requiere valor.

Sí, cultivar una mentalidad más sana te hará más feliz. Sin embargo, es un camino más largo y difícil de lo que probablemente te imaginas.

En este artículo, no vamos a darte trucos o técnicas o mantras para mejorar tu estado de ánimo o sentirte superficialmente un poco mejor. En su lugar, queremos compartir un puñado de principios que pueden guiarte por tu propio camino hacia una mente más sana y feliz.

1. Sé curioso con tus emociones

Por naturaleza, la mayoría de nosotros somos críticos con nuestras emociones, especialmente con las difíciles:

  • Te sientes ansioso y con miedo e inmediatamente te criticas por ser débil.
  • Te sientes triste y al instante empiezas a preocuparte por deprimirte.
  • Te sientes frustrado y enfadado y luego te castigas por no mantener la calma.

Esto es comprensible si has crecido enseñándote que no está bien mostrar - o incluso sentir - emociones fuertes. También tiene sentido porque, de forma burda, tendemos a asumir que cuando algo es doloroso, hay que arreglarlo o evitarlo.

Pero esta es la cuestión: El hecho de que algo te haga sentir mal no significa que sea malo.

En gran parte de la vida, el dolor es en realidad algo bueno:

Cuando los músculos están doloridos y duelen después de un buen entrenamiento, el dolor es un signo de crecimiento y salud.

Cuando tu dedo siente dolor después de tocar una estufa caliente, ese dolor te está ayudando a mover la mano y evitar una quemadura grave.

Cuando sientes una sacudida de ansiedad después de darte cuenta de que la luz de reserva de combustible parpadea, esa sacudida de miedo te ayuda a recordar que tienes que echar gasolina.

El dolor no solo suele ser útil, sino que al evitarlo o intentar eliminarlo, podrías estar empeorando las cosas para ti mismo. Piénsalo: No sería muy inteligente pegar un trozo de cinta adhesiva sobre la luz de reserva solo porque no quieres que te haga sentir más ansiedad.

Hay un principio más general esencial si deseas crear una mente más sana y feliz:

  • Cuando intentas evitar las emociones dolorosas, al final solo acabas empeorando las cosas.
  • Cuando adquieres el hábito de huir o intentar "arreglar" las emociones dolorosas, le estás enseñando a tu cerebro que tus emociones son malas y peligrosas. Esto significa que la próxima vez que te sientas mal, te sentirás mal por sentirte mal porque tu cerebro piensa que las emociones son peligrosas.

Por eso es tan importante dejar de juzgar tus emociones, por muy difíciles o dolorosas que estas sean.

Sentirte mal ya es bastante difícil sin tener que sentirte mal por sentirte mal.

En lugar de una relación crítica y combativa con tus emociones, esfuérzate por sentir curiosidad por ellas. En lugar de enemigos a los que hay que evitar, intenta pensar en tus emociones como amigos a los que hay que consolar y comprender.

4 cosas que la gente feliz no hace

O mejor aún, intenta pensar en tus emociones como en las luces del salpicadero de tu coche: Independientemente de lo que te hagan sentir, solo intentan ayudarte.

Practica ser curioso con tus emociones, en lugar de juzgarlas, y verás que es mucho más fácil convivir con ellas y entenderlas.

2. Sé compasivo en tu autoconversación

Siempre sorprende la brutalidad y la maldad con la que la gente se habla a sí misma:

  • Se critican y reprenden cada vez que cometen un error.
  • Se comparan con todos los que les rodean, normalmente de la peor forma posible.
  • Y también desvalorizan y minimizan sus innumerables cualidades positivas.

Y aunque hay muchas razones por las que la gente desarrolla un discurso tan duro y negativo, el resultado es siempre el mismo: acabas sintiéndote mal contigo mismo.

Porque esto es lo que pasa: Las cosas no hacen que nos sintamos mal; son nuestros pensamientos sobre las cosas los que determinan la forma en la que nos sentimos.

Por ejemplo: Supongamos que estás en una reunión de trabajo. Un compañero hace un comentario grosero sobre tu presentación mientras estás saliendo de la habitación. Ahora, imagina dos historias o conjuntos de autoconversaciones diferentes y cuál podría ser la consecuencia emocional:

  • OPCIÓN 1: Sabía que había metido la pata en la última diapositiva. ¿Por qué tengo que ser tan torpe todo el tiempo?
  • OPCIÓN 2: Bueno, supongo que la última diapositiva no ha salido todo lo bien que podría haber salido, pero esta persona suele hacer comentarios groseros a la gente... Probablemente dice más de él que de mí.

En la opción 1, además de sentirte avergonzado, probablemente te sentirás avergonzado de ti mismo e incluso deprimido, ya que te has dicho que eres torpe "todo el tiempo".

Pero en la opción 2, aunque puede que sigas sintiendo esa vergüenza inicial (a todos nos pasa cuando alguien dice algo malo), no añadirás ninguna otra emoción dolorosa además de la vergüenza porque tu historia ha cambiado.

La autoconversión negativa agrava tus emociones. Y no en el buen sentido.

Cuando eres excesivamente negativo y crítico contigo mismo, conviertes la vergüenza normal en intensa, la frustración cotidiana en ira o rabia y la tristeza ordinaria en depresión o desesperación.

Si deseas empezar a ser más amable contigo mismo, sigue la Otra Regla de Oro:

Trátate como tratarías a un buen amigo.

La próxima vez que te sientas mal, imagina que un buen amigo se siente igual y acude a ti en busca de apoyo y consejo... ¿Qué le dirías?

Si hubiera cometido un error en el trabajo, ¿le dirías lo estúpido que ha sido y que nunca llegará a nada? Por supuesto que no. Serías compasivo. Le ayudarías a adoptar una perspectiva equilibrada y le contarías una historia realista sobre el error.

Lo más probable es que seas bastante compasivo con otras personas en tu vida, así que ¿por qué no ser así contigo mismo?

3. Sé realista con tus expectativas

El problema con las expectativas es que asumimos que están haciendo un trabajo cuando en realidad están haciendo otro muy diferente.

La mayoría de la gente asume que las expectativas son una forma de fomentar el crecimiento y los logros:

  • Tener altas expectativas para nuestros hijos en el plano académico les anima a rendir en la escuela y a tener éxito en el trabajo.
  • Tener grandes expectativas para nuestros empleados les anima a trabajar duro y a realizar un trabajo de alta calidad.
  • Y, por supuesto, establecer grandes expectativas para nosotros mismos nos lleva a crecer y a mejorar personalmente.

Sin embargo, con bastante frecuencia, acabamos utilizando las altas expectativas como una forma de calmar nuestras propias ansiedades e inseguridades.

Así es como funciona: La mayoría de la gente odia la incertidumbre. La idea de que sus hijos no tengan éxito y sean felices o que sus empleados no hagan su trabajo sin una supervisión constante, por ejemplo, les llena de ansiedad y temor.

Pero, como no pueden controlar el éxito académico de sus hijos o el rendimiento de sus empleados, se conforman con lo siguiente mejor: esperar que esas cosas sucedan.

Cuando creas una expectativa en tu cabeza - que en realidad no es más que imaginar lo que quieres que ocurra -, parte de esa ansiedad e incertidumbre se alivia temporalmente. Te hace sentir un poco más que tienes el control y un poco más seguro de que las cosas irán bien.

Pero, en realidad, tus expectativas no son más que ficciones que has inventado en tu propia mente. Y a menudo no se basan en muchas pruebas. Lo que significa que es probable que esas expectativas se incumplan con frecuencia, dando como resultado una gran cantidad de estrés y frustración por tu parte y mucha vergüenza y resentimiento por parte de las personas de las que esperas cosas.

Las expectativas son a menudo mecanismos de defensa inconscientes que utilizamos para sentirnos mejor.

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Esto no solo es una receta para el estrés crónico y la decepción por tu parte, sino que, con el tiempo, las personas de tu vida acabarán dándose cuenta de que tus rígidas expectativas no tienen que ver realmente con su bienestar y que, en última instancia, son egoístas: una forma perezosa de hacerte sentir un poco mejor sin abordar la verdadera raíz de tus inseguridades.

Si tienes miedo de que tus hijos no tengan éxito en la vida, tal vez deberías trabajar ese miedo por tu cuenta en lugar de imponerles unas expectativas irreales.

Si tienes miedo de que tus empleados no trabajen lo suficiente, tal vez deberías hacer algunos experimentos y ver cómo les va con diferentes estilos y sistemas de gestión.

Si temes que tu pareja no sea tan íntima y cariñosa como quieres, quizás deberías intentar ser asertivo y pedir lo que quieres en lugar de esperar continuamente que te lean la mente y luego enfadarte cuando no lo hacen.

Las expectativas tienen su lugar. Pero es muy fácil que se desborden y empiecen a causar un estrés e infelicidad enormemente innecesarios, a menos que estés atento a ellas.

Si quieres tener una mente más tranquila y pacífica, acostúmbrate a comprobar tus expectativas de forma regular y asegúrate de que no están demasiado lejos de la realidad.

4. Sé asertivo en tus relaciones

El concepto de asertividad se suele malinterpretar. La mayoría de la gente oye hablar de asertividad y lo asocia con maldad, grosería o incluso manipulación.

En realidad, la asertividad es el sano término medio entre la pasividad y la agresividad. Cuando aprendemos a comunicarnos de forma asertiva, significa que somos capaces de comunicarnos de forma sincera con nuestros propios deseos y necesidades, pero también respetando los derechos de los demás.

Básicamente, la asertividad se reduce a esto:

  • La capacidad de pedir lo que se quiere - o decir no a lo que no se quiere - con seguridad y respeto.
  • Por desgracia, a muchos nos resulta difícil hacerlo, sobre todo porque tenemos miedo al conflicto:
  • Nos preocupa que los demás se enfaden con nosotros.
  • Nos preocupa que la gente piense mal de nosotros o no nos dé su aprobación.
  • Nos preocupa que parezcamos tontos o estúpidos si nos expresamos con sinceridad.

Pero esto es lo que pasa: Nunca tendrás verdadera tranquilidad si no puedes comunicarte honestamente con las personas más importantes de tu vida: tu cónyuge, tu jefe, tus padres, etc.

Si constantemente sientes miedo de expresarte, tu mente se llenará de preocupaciones e inseguridades, o de frustraciones y resentimientos, o más probablemente de ambas cosas.

Una de las mejores formas de cultivar una actitud y una perspectiva de la vida más felices y contentas es cultivar el valor de comunicarse asertivamente.

Requiere práctica y paciencia, pero cualquiera puede aprender a ser más asertivo.

5. Ten claros tus valores

Todos tenemos valores: las cosas que más nos importan en la vida. Pero el problema es que, para la mayoría de nosotros, esos valores son sorprendentemente vagos y poco claros.

Y cuando nuestros valores no están claros - cuando no sabemos lo que realmente queremos y hacia dónde queremos ir - resulta fácil perderse en hábitos poco saludables como la preocupación, la rumiación y la procrastinación. Y todo esto hace que la mente sea bastante infeliz y descontenta.

Veamos un ejemplo concreto: Supongamos que uno de tus valores es la creatividad. Para ti, la capacidad de expresarte con libertad e imaginación es una de las partes más importantes de estar vivo. Y aunque sabes lo mucho que te importa la creatividad, no pasas tanto tiempo trabajando en proyectos creativos como te gustaría.

Tal vez tiendes a empezar nuevos proyectos pero rápidamente te distraes y saltas a nuevos proyectos, pero nunca consigues avanzar en ninguno en concreto.

O tal vez tengas un proyecto creativo que es importante para ti, pero lo dejas para después todo el tiempo. De nuevo, nunca consigues un progreso sostenido en tu creatividad.

Una de las razones podría ser que tu valor de la creatividad es demasiado vago y poco claro. Y lo que realmente necesitas - más que centrarte o mejorar las herramientas para hacerle frente a la procrastinación - es simplemente conseguir más claridad y especificidad sobre tu valor de la creatividad.

Por ejemplo, he aquí algunas preguntas que podrías hacerte para aclarar tu valor de la creatividad y, de paso, facilitar la vivencia de ese valor:

  • ¿De qué manera disfruto más siendo creativo? ¿Cuáles son los mayores obstáculos que me impiden ser creativo?
  • ¿Quiénes son mis héroes creativos? ¿Cuáles son sus hábitos, prácticas o rutinas específicas?
  • ¿Cuáles son mis mayores miedos e inseguridades respecto a la creatividad y a ser creativo? ¿De dónde provienen y qué hábitos tengo que los mantienen?
  • ¿Cuáles serían los beneficios prácticos de ser más creativo? ¿Cómo mejoraría mi vida, o la de otras personas, de forma tangible si fuera más creativo?

La cuestión es simplemente esta: Para que tus valores sean lo suficientemente fuertes como para influir en tu comportamiento, deben ser lo suficientemente claros como para pasar a la acción.

Y cuando aclaramos nuestros valores - y alineamos nuestras acciones con ellos - la paz mental y la felicidad tienden a seguir.

Si quieres cultivar una mente más feliz y saludable, aprende a aclarar tus valores.

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