Brian Snyder/Reuters
Página principal Opinión, Elecciones de EE. UU.

El centroizquierda tradicional está retirándose en Europa, y en menor medida en EE. UU. Esto podría ser visto como un fracaso del sistema de centroizquierda, aunque puede que tenga sentido si se ve desde una perspectiva diferente: Un atractiva y moderna alternativa se ha presentado.

En Francia, las políticas desiguales del presidente François Hollande pueden haber dejado al Partido Socialista demasiado débil como para ganar mucho en el próximo ciclo electoral. Según las últimas encuestas, si Hollande se presenta de nuevo, es probable que sea eliminado en la primera vuelta.

En Alemania, los socialdemócratas, que forman parte de la coalición de gobierno, están obteniendo menos de un 20% en los sondeos, por primera vez desde las elecciones generales de 2013.

En España, los socialistas no pueden encontrar aliados para formar un gobierno después de unas elecciones sin resultados concluyentes a finales del año pasado, y puede que se necesite otro voto para salir de ese punto muerto.

En Italia, el primer ministro Matteo Renzi es técnicamente de centroizquierda, pero se mantiene alejado de la retórica izquierdista, y sus planes de reforma, que incluyen la liberalización y privatización del mercado de trabajo, distan mucho de los patrones socialistas habituales.

En Dinamarca, los socialdemócratas fueron apartados del poder el año pasado, y en el Reino Unido, los laboristas casi se hundieron en su punto más bajo de todos los tiempos.

En Grecia, el partido socialista mayoritario, PASOK, está prácticamente muerto. Y la lista continúa.

La enérgica campaña de Bernie Sanders contra Hillary Clinton en EE. UU. se ajusta a esta imagen. Sanders puede que no gane, pero su campaña es el reto más creíble para el centrismo del Partido Demócrata de las últimas décadas.

Su enfoque es similar al del partido español de extrema izquierda Podemos, que le está negando a los socialistas su oportunidad de gobernar al no querer unirse a una coalición.

Lo mismo ocurre en Grecia, Syriza con Alexis Tsipras, está un tanto desacreditado pero es todavía popular.

El Bloque de Izquierda y los comunistas - sí, los comunistas - en Portugal, sin los cuales el socialista Antonio Costa no habría podido convertirse en primer ministro; y el izquierdista Partido Verde en Alemania, con su creciente popularidad en las encuestas y el reciente triunfo electoral en el estado de Baden-Wuerttemberg.

La creciente popularidad de las ideas de izquierda a ambos lados del Atlántico no es una consecuencia del descenso de la centroizquierda. Es probablemente una de sus principales causas. Los votantes que creen que el gobierno debe ser más rotundo a la hora de ponerle freno al capitalismo, así como a la redistribución de la riqueza, han acudido a los partidos socialistas tradicionales.

No vieron a Tony Blair como uno de los suyos, ni tampoco aprueban los esfuerzos de Renzi, Hollande y Sigmar Gabriel, líder de los socialdemócratas alemanes, por asociarse con el centroderecha y adoptar sus recetas económicas. Sin embargo, han votado a favor de estos líderes a falta de mejores opciones, al igual que muchos demócratas estadounidenses respaldan a Clinton.

Ahora hay otras opciones. Sanders es un buen ejemplo: En lugar de hacer vagas promesas de progresos graduales hacia una mayor justicia social, descarta el argumento tradicional de "no podemos permitirnos más en este momento", diciendo que EE. UU. es lo suficientemente rico como para ser mucho más justo y humano.

Esto no es exactamente demagogia: Los bancos centrales han cedido enormes cantidades de dinero a las principales economías – y la mayor parte ha beneficiado a los ricos y los grandes bancos y corporaciones. La idea de que los movimientos podrían reorientarse para beneficiar a los pobres y la clase media ha sido reforzada por los escritos de economistas de masas como Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Thomas Piketty.

Y de repente, los partidos que ofrecen soluciones radicales a la desigualdad, la injusticia y la precariedad de la clase media, están siendo tomados en serio. Así que muchos de los votantes de izquierda ya no ven la razón por la que respaldar a los partidos que dudan en adoptar los avances en el pensamiento económico progresivo.

En la superficie, la ideología de los partidos socialistas es muy similar a la de los advenedizos más radicales, pero los políticos mayoritarios se abstienen de expresar muchas de esas ideas. Clinton hace esta observación cuando se describe a sí misma como una "progresista que hace progresos”, no revoluciones. Los votantes de Sanders responden diciendo que se puede obtener más exigiendo más. Esa lógica funciona también en Europa.

A diferencia de la derecha populista, cuyo atractivo está limitado por las posiciones extremas, tales como la xenofobia, la nueva izquierda puede atraer a todo tipo de votantes. Su ideología no se identifica en todas partes con el fallido experimento soviético, que se considera, con razón, como más totalitario que socialista.

La generación más joven ve a la izquierda como algo emocionante y moderno, así como avanzada intelectualmente. El socialismo está experimentando una revolución. Aunque el Partido Laborista del Reino Unido parece estar condenado bajo el liderazgo de Jeremy Corbyn, podría salir reforzado de la crisis. Lo mismo puede decirse de los demócratas de EE. UU. posteriores a Sanders.

Estos cambios ideológicos probablemente no sean un virus mortal, como lo es la marca de nativismo de Trump para los republicanos: Pueden que sean una vacuna necesaria.

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