Los dictadores no estabilizan Oriente Medio, simplemente crean más terroristas
Egipcios celebran el quinto aniversario del levantamiento en la plaza Tahrir en enero de 2011. Foto AP / Amr Nabil
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Lauren Kosa, que trabajó en el Departamento de Estado de Estados Unidos desde 2008 hasta enero de 2016, dedicándose a los derechos humanos en Egipto, considera que los verdaderos culpables de las guerras civiles que se están originando, son los regímenes dictatoriales en la región.

Últimamente he notado a un número mayor de políticos estadounidenses insinuando que la Primavera Árabe fue un desastre, y que la región necesita personas poderosas para estabilizarla. Tez Cruz incluso insistió en que Oriente Medio era más seguro cuando Saddam Hussein y Muamar el Gadafi estaban en el poder. Rand Paul declaró que el caos actual proviene del derrocamiento de los dictadores. Incluso Bernie Sander dijo en el programa “Meet the Press” que, aunque nuestro objetivo final es la democracia, la región sería más estable bajo el mando de los dictadores.

Sin embargo, cuando estuve trabajando en la política de Oriente Medio en el Departamento de Estado de Estados Unidos, vi cómo de desestabilizadores eran los dictadores en la región. Me especialicé en Egipto y los Derechos Humanos trabajando como funcionaria del gobierno, desde 2010 hasta 2012.

Allí, vi cómo las tácticas brutales del gobierno del presidente Hosni Mubarak desestabilizaban el país.

Desde mi puesto, vi cómo el gobierno de Mubarak debilitaba y desmantelaba las instituciones que podrían haberle allanado el camino hacia un país más estable y pacífico. Limitando a los nuevos partidos políticos que se podrían establecer, controlando lo que podían decir, y cometiendo fraude electoral, impidió que partidos políticos de la oposición de Egipto adquirieran experiencia.

Y al tratar de controlar las actividades y la financiación de organizaciones tales como el Instituto Nacional Democrático, Instituto Republicano Internacional y la Fundación Internacional para Sistemas Electorales, redujo el acceso de los egipcios a la formación política importante para los procesos democráticos.

A veces, recurrió a un enfoque más directo. Me reuní con activistas liberales egipcios que fueron detenidos por sus creencias políticas, periodistas que fueron encarcelados por sus artículos y otros que habían sufrido violencia a manos de las fuerzas de seguridad de Egipto.

Realmente querían mejorar su gobierno y ayudar a construir puentes entre su gobierno y su gente. Podrían haber sido socios para ayudar a su gobierno a atender a las quejas, pero con demasiada frecuencia se encontraban con hostigamiento o cosas peores. Nunca olvidaré mi reunión con un valiente bloguero que había sido amenazado y detenido por las fuerzas de seguridad. Me dijo que tenía el corazón roto porque el país que amaba y quería ayudar era el mismo que lo perseguía.

Tampoco podría olvidar al político que deseaba presentarse como candidato con valores democráticos liberales, pero era miembro de uno de los muchos partidos políticos a los que se les negaba el derecho a constituirse bajo el gobierno de Mubarak.

Estas son las personas y grupos que han ayudado a preparar Egipto por un riguroso proceso electoral. Los candidatos con talento de la oposición de Egipto, de haber tenido la oportunidad de practicar, podrían haber emprendido campañas más fuertes. Su sociedad civil, si hubiera tenido la oportunidad de prosperar, podría haber allanado el camino hacia políticas más basadas en los problemas. Pero nunca tuvieron la oportunidad de practicar.

La feroz restricción de la escena política de Egipto de Mubarak preparó el escenario para la revolución de Egipto de 2011. Las elecciones de noviembre de 2010 que precedieron a la revolución fueron consideradas unas de las más fraudulentas de la historia moderna de Egipto. Los egipcios quedaron convencidos de que el gobierno de Mubarak estaba dispuesto a tomar cualquier medida para preservar su poder, incluso represión contra sus propios ciudadanos.

La muerte a golpes por parte de la policía del egipcio de 28 años Khaled Said en 2010, cuya imagen fue ampliamente difundida, provocó que el descontento de los egipcios terminara en una demanda de cambio. Como un amigo egipcio me contó, "no podíamos sacarnos la imagen de nuestras cabezas." Con pocas perspectivas de reforma, la legitimidad del gobierno se derrumbó.

En otras palabras: Mubarak creó el caos que siguió cuando fue derrocado.

Con el aumento de la preocupación por el terrorismo, esta lección es más importante que nunca. Aliarnos con hombres fuertes regionales puede estabilizar las cosas a corto plazo, pero nos hace daño a largo plazo. El terrorismo surge en lugares donde ya no se ve que el gobierno esté del lado de la gente. Los derechos humanos desempeñan un papel importante en esa ecuación.

Los activistas y políticos egipcios que conocí creían firmemente en un Egipto democrático, pero bajo el gobierno de Mubarak se les impidió construir las estructuras políticas y la sociedad civil que necesitaban para tener éxito. Sin una formación política libre de restricciones, libertad de expresión y la capacidad para formar alianzas en torno a objetivos comunes, la democracia no puede desarrollarse plenamente y la verdadera estabilidad no puede alcanzarse.

La feroz represión de Mubarak alienó a su población. Su gobierno trabajó para extinguir la sociedad civil y los inicios de pequeños movimientos democráticos liberales, para hacer que pareciera que no había alternativas. Creó la falsa ilusión de que Estados Unidos tenía que elegir entre ellos y los islamistas radicales.

No es ningún secreto que Oriente Medio está en llamas, y que el terrorismo constituye una amenaza real en Egipto y en toda la región. Pero el enemigo más formidable se crea en el momento en que dejamos de exigirles a los gobiernos que les rindan cuentas a los valores más importantes de sus gentes. La mejor manera de ganar es alimentar a los pequeños movimientos democráticos y animar a los estados en los que sus ciudadanos creen que realmente tienen un derecho a voto y un futuro.

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