Los peligros de la Revolución del Brexit
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¿Terminará el revolucionario voto del Reino Unido a favor de abandonar la UE transformando Europa como ocurrió en 1789, o preservando el antiguo régimen, al igual que 1848?

Los partidarios de la decisión británica de abandonar la Unión Europea a veces hablan de ella como una revolución. Si es así, ¿se convertirá en 1789, cuando la revolución francesa acabó con el orden europeo, o 1848, cuando los revolucionarios fracasaron y los viejos regímenes de Europa se reafirmaron?

Si la votación del mes pasado equivalía a la toma de la Bastilla en 1789, la revolución todavía tiene un largo camino por recorrer. El referéndum es sólo el comienzo de un largo y posiblemente difícil viaje a un destino incierto. Y los paralelismos con la revolución no son necesariamente reconfortantes para el bando ganador.

Tanto si tienen éxito como si fracasan, las revoluciones a menudo consumen a aquellos que las inician. La revolución que sí tuvo éxito y que comenzó en 1789 destruyó no sólo a los líderes del antiguo orden, sino también a muchos de los que respaldaban una nueva.

Con menos violencia, pero igualmente de manera radical, el primer ministro, David Cameron, ya se ha comprometido a dimitir. Los líderes de la campaña a favor de la salida dentro del Partido Conservador – el secretario de Justicia Michael Gove y ex alcalde de Londres, Boris Johnson, también han visto sus fortunas políticas seriamente dañadas. Y el proceso apenas ha comenzado.

Los sucesores de Cameron tienen por delante aguas posiblemente muy turbulentas por donde navegar después de que un referéndum ganara con el apoyo de una complicada coalición de votantes.

Una minoría de los defensores del Brexit, al igual que Gove y Johnson, describían a la UE como un obstáculo para una economía de libre mercado más independiente y aventurera. La mayoría parecía estar motivada por una preocupación muy diferente: que la apertura del Reino Unido, en particular a la inmigración procedente de otros lugares de la UE, estaba reduciendo los salarios, dañando las perspectivas de empleo y ejerciendo presión sobre los servicios públicos.

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El primer grupo acepta los mercados libres y alteraciones económicas; los del segundo grupo están reaccionando en parte a la globalización y creen que sus vidas se han alterado lo suficiente. Si las previsiones generalizadas, anteriores al referéndum, de una recesión económica muestran ser ciertas, este último grupo puede que también sea el más afectado por las perspectivas de reducción de empleo y los recortes en el gasto público.

En estas circunstancias, existe un riesgo de que queden aún más descontentos. Sobre todo después de una campaña en la que se atacó a la competencia del Banco de Inglaterra, Hacienda y otros departamentos gubernamentales principales, algunos políticos y funcionarios británicos están preocupados de que haya un daño permanente en la política británica y en la confianza en las instituciones gubernamentales.

Hay otros riesgos. La salida de la UE con menos obstáculos – y la que tendría como consecuencia la menor perturbación económica, según numerosos modelos económicos – sería que el Reino Unido se uniera al Espacio Económico Europeo, junto con Noruega. Si se pudiera negociar eso, esto dejaría al Reino Unido dentro de la mayor parte del mercado único de bienes y servicios.

Pero también hay desventajas bien conocidas con respecto a esto: El Reino Unido tendría que aceptar la mayoría de las normas de la UE sin hacer ningún tipo de aportación, pagar en el presupuesto de la UE, y aceptar la libre circulación de personas de otros países de la UE, o al menos una gran parte de ello.

Es difícil conciliar ese acuerdo con los argumentos de soberanía a favor de salir y, específicamente, los deseos de muchos partidarios del Partido Conservador que votaron a favor del Brexit porque “quieren su país de vuelta”.

La alternativa implícita al EEE, y la que le da al gobierno británico más control sobre la inmigración, es alejarse de la arquitectura europea de mercado único por completo. Eso probablemente implicará intentar negociar un acuerdo de libre comercio con la UE y, a continuación, tras la salida, una serie de acuerdos comerciales con otros países. Pero los economistas dicen que esto supondría un golpe mucho más grave para la economía.

Así que hay un dilema entre conciliar las aspiraciones y las expectativas de los electores pro Brexit con los resultados que los análisis económicos sugieren que harían menos daño a su bienestar económico.

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Mientras el mundo espera el voto de los miembros del Partido Conservador que decidirá el próximo primer ministro, el gobierno británico y el servicio civil estarán presentando estas opciones y preparándose para el divorcio con la UE. La suposición generalizada entre los funcionarios del Reino Unido es que es inimaginable que la separación no siga adelante.

No obstante, durante los más de 40 años en que el Reino Unido ha sido miembro del bloque, la economía británica ha llegado a estar íntimamente entrelazada con el resto de la UE. Irse será como separar a hermanos siameses, dice un alto funcionario europeo.

La enorme dificultad de un divorcio y el daño económico que muchos esperan que se haga cada vez más evidente con el tiempo son razones por las que algunas personas todavía piensan o esperan que el Reino Unido, no siga adelante. Eso supondría un 1848, en lugar de un 1789.

Sin embargo, de diferentes maneras, Europa quedó transformada por los acontecimientos de esos dos años. A dondequiera que conduzca el proceso iniciado por el referéndum, el Reino Unido y Europa quedarán marcados profundamente por ello durante muchos años.

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