La Agencia Espacial Nacional de los Estados Unidos invierte en la invención de un avión de nueva generación.
A no ser que tenga acceso a un avión de combate F-22, seguramente no haya podido volar a una velocidad mayor que la del sonido desde el último vuelo del Concorde en 2003. La NASA quiere cambiar esta situación. La agencia dijo que está invirtiendo más de 6 millones de dólares para financiar proyectos de investigación que estudien cómo conseguir vuelos supersónicos más baratos y menos contaminantes.
Este no es el primer intento de la NASA para conseguir volver a viajar en aviones supersónicos. La agencia lleva intentando durante muchos años superar las barreras de esta forma de viajar. El predecesor de la NASA estuvo entre los encargados de construir el primer avión supersónico en 1946 y la agencia lleva trabajando en estos conceptos desde 2006 con empresas como Lockheed-Martin y Boeing, que algún día conseguirán una nueva generación de aviones que volarán mucho más rápido.
Los principales beneficiados de estos fondos fueron el MIT y los Laboratorios Wyle, empresa de servicios de investigación en Virginia, para investigar sobre el impacto medioambiental de un vuelo supersónico comercial y saber cómo las turbulencias afectan a las ondas expansivas, respectivamente.
El proyecto del MIT estudiará el impacto medioambiental de los modelos creados por la NASA en los años 80 y 90. Aunque muchos aviones de combate modernos puedan volar a una velocidad mayor que la del sonido, el impacto medioambiental es relativamente bajo, simplemente debido a que no hay muchos que estén en funcionamiento. Sería diferente si los aviones comerciales pudieran viajar a la velocidad del sonido. Solo en EE. UU. existen alrededor de 7.000 vuelos operativos a cualquier hora del día y todos necesitan combustible para funcionar. Los vuelos supersónicos necesitan más combustible que un motor de reacción tradicional, aunque solo sea por un breve período de tiempo. La NASA dijo que los aviones supersónicos también vuelan a una altitud mayor que los aviones normales y se sitúan más cerca de la estratosfera. Además, tienen más probabilidades de ocasionar daños a la capa de ozono.
Otra parte importante de los fondos se destinaron a investigar cómo disminuir el ruido de los vuelos supersónicos. Los que han estado cerca de un vuelo del Concorde saben que era extremadamente ruidoso. Si los vuelos supersónicos se convirtieran en algo común, tendrían que volverse mucho más silenciosos o si no todos nos quedaríamos sordos. La NASA le dijo a Quartz que ya ha conseguido «resultados bastante exitosos» en intentos pasados de reducir el sonido de las ondas supersónicas.
También hay que tener en cuenta los gastos de funcionamiento. El Concorde fue un vuelo de reclamo para Air France (una de las dos aerolíneas que volaba este avión), pero lo construyó una empresa francesa y lo consideraban un símbolo de orgullo nacional. En una época en la que las aerolíneas intentan llenar sus vuelos con más pasajeros, cualquier empresa necesitaría comprobar la viabilidad económica de los aviones comerciales supersónicos modernos antes de hacerse con uno.
La NASA dijo que si todo avanza como está previsto, los primeros aviones supersónicos privados comenzarían a fabricarse en 2025 y los comerciales en 2030. Por ahora tenemos que conformarnos con viajar en vuelos de muchas horas que consumen grandes cantidades de combustible para llegar a cualquier sitio.