Esta sencilla solución podría poner punto y final al dopaje en el deporte de manera definitiva.
El dopaje en el deporte vuelve a ser noticia. La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) ha encontrado «fallos sistemáticos» en los controles antidopaje y acusa a Rusia de sobornar a funcionarios para encubrir resultados positivos, según se indica en un informe publicado el 9 de noviembre. La recomendación de la AMA es prohibir que Rusia participe en campeonatos, pero ¿y si hubiera una solución sencilla para poner fin al dopaje en el deporte de una vez por todas?
Desde masticar coca en el caso de los Incas al opio de los antiguos olímpicos, los humanos siempre han recurrido a las drogas para mejorar su rendimiento. En 1928 la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) decidió prohibir el dopaje en el deporte, una profesión donde «la justicia» es lo más importante.
La prohibición sólo funciona si la agencia antidopaje puede detectar sustancias dopantes. Por lo tanto, en lugar de acabar con el dopaje, lo único que la IAAF consiguió fue crear un círculo vicioso: la agencia crea una prueba fiable para detectar un determinado fármaco para mejorar el rendimiento. Los atletas, a su vez, buscan nuevos fármacos que la agencia no puede detectar. La agencia desarrolla nuevas pruebas antidopaje. Y así sucesivamente.
Después de muchos años de jugar al ratón y al gato, los atletas han descubierto el que podría ser el mejor agente antidopaje: su propia sangre.
Para mejorar el rendimiento deportivo con su propia sangre, se extrae y se almacena en un congelador. El cuerpo compensa esta pérdida generando más sangre. Meses más tarde, justo antes de una competición, se puede volver a inyectar la sangre antigua para conseguir una mejora del rendimiento. A medida que el número de glóbulos rojos aumenta, también lo hace la capacidad de absorción de oxígeno de un atleta. Cuanto más oxígeno consigue con cada respiración, más energía quema el cuerpo y mayor es el rendimiento.
Aunque la mejora es pequeña en comparación con los fármacos actuales, puede marcar la diferencia entre una medalla de oro y una medalla de plata. Y lo mejor de todo es que la «sangre extra» nunca ha sido algo que la AMA haya comprobado.
No obstante, la agencia antidopaje no iba a quedarse de brazos cruzados y que la ningunearan. Lo que se le ocurrió podría ser una solución para poner fin al dopaje de una vez por todas: un pasaporte biológico del atleta. La idea consiste en grabar algunos rasgos biológicos del atleta a través de pruebas realizadas en intervalos regulares. La aplicación parcial del pasaporte biológico, mediante muestras de sangres y niveles de esteroides comenzó en enero de 2014.
Cuando todos los rasgos biológicos necesarios estén finalmente incorporados, la AMA ya no tendrá que preocuparse por encontrar nuevos métodos para detectar una droga. Sólo tendrá que detectar los cambios resultantes en el cuerpo. En el caso de dopaje de sangre, si el recuento normal de células rojas de la sangre del atleta es, digamos, del 47%, pero luego aumenta al 51% después de una competición, podría darse un caso de dopaje.
LA AMA confía en que el pasaporte biológico podría incluso impedir cambios genéticos, la última novedad para mejorar, lo que será sin ninguna duda lo que venga después. Si un atleta se inyecta un gen para mejorar el rendimiento, es probable que deje cambios detectables en el cuerpo que difieran del perfil del atleta en el pasaporte biológico.
Además, si se aplican bien, el pasaporte biológico podría incluso poner fin a otra fuente de trampas en los eventos deportivos de alto nivel: los funcionarios corruptos. El hecho de que las agencias nacionales antidopaje destruyan muestras de ensayo para ocultar pruebas de dopaje, como se ha alegado en el último caso en contra de las autoridades rusas, sería un escenario menos probable.