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17 de Diciembre de 2015

La Fed sube los tipos de interés hasta el nivel del 0,5%, la primera subida desde junio de 2006.

La generación de moda en EE. UU., los conocidos como «millennials», entran hoy en una era desconocida. La mayor parte de estos jóvenes (los nacidos después de 1980 aunque marcados sobre todo por los que en la actualidad tienen alrededor de 30 años) estaban en la Universidad la última vez que la Reserva Federal decidió subir los tipos de interés. Fue en junio de 2006 cuando un gobernador de la Fed, entonces Ben Bernanke, decidía una subida de tipos de interés. Desde entonces, al otro lado del Atlántico no se ha vuelto a registrar una subida del precio del dinero, culminando así casi una década de políticas expansivas en la primera economía mundial.

Ha sido una mujer, Janet Yellen, la encargada de cerrar este largo capítulo. Las palabras de la guardiana del dólar pondrán fin a esta época de tipos interés cercanos a cero más que la propia decisión de subir, casi simbólicamente, los tipos de interés. La polémica decisión de elevar el precio del dinero al 0,5% ha sido tomada unánimamente por todos los miembros de la Reserva Federal. De su discurso, de su gestión de las expectativas económicas no solo de EE. UU. sino del mundo y de sus previsiones, los mercados tomarán buena nota para generar sus previsiones de cara a los próximos meses.

Por el momento, los mercados ya se han movido descontando (dando por hecho) una subida de tipos hasta el 0,5% en diciembre y han recibido con subidas la ya más que asegurada decisión. Pero el ritmo y las subidas que pueden venir en las próximas reuniones se deducen de las palabras de Yellen aunque la nota de anuncio de la Fed hace prever un ritmo muy lento con cuatro subidas previstas en 2016.

Que la era de los tipos bajos se había terminado era algo anunciado desde la misma llegada de Yellen al poder. La gobernadora tuvo muy claro que en su mandato tendría que deshacer la madeja de estímulos que la institución que preside había creado desde 2006 y que se había intensificado desde diciembre de 2008, cuando apenas tres meses después de la caída de Lehman Brother la Reserva Federal bajaba los tipos ya a cero. La institución entró de lleno entonces en la compra de deuda pública y otros activos financieros, conocido como Quantitative Easing, una herramienta que para muchos ha sido crítica a la hora de recuperar la economía estadounidense y sacarla de la recesión. La última compra de bonos se hizo en octubre de 2014, después de que la Fed comprara cuatro billones de dólares de este tipo de activos.

Como sucede en el Banco Central Europeo, la Reserva Federal se ha enfrentado a muchos de sus propios dogmas a la hora de decidir qué criterios orientaban sus políticas monetarias. Ya en 1996, en plena «exuberancia irracional» de los mercados, como los definió el entonces gobernador Alan Greenspan, la Fed decidió que no era su cometido el estallar burbujas financieras. Así se creó y reventó la de 2001 y con mucha más fuerza la de la crisis de 2008.

La discusión se ha trasladado en estos últimos años si debe la Fed vigilar solo la inflación, cuánta inflación y si debe ser el empleo el verdadero termómetro que mida la necesidad o no de continuar con políticas de estímulos económicos.

Que la era de los tipos bajos se había terminado era algo anunciado desde la misma llegada de Yellen al poder. La gobernadora tuvo muy claro que en su mandato tendría que deshacer la madeja de estímulos que la institución que preside había creado desde 2006 y que se había intensificado desde diciembre de 2008, cuando apenas tres meses después de la caída de Lehman Brother la Reserva Federal bajaba los tipos ya a cero. La institución entró de lleno entonces en la compra de deuda pública y otros activos financieros, conocido como Quantitative Easing, una herramienta que para muchos ha sido crítica a la hora de recuperar la economía estadounidense y sacarla de la recesión. La última compra de bonos se hizo en octubre de 2014, después de que la Fed comprara cuatro billones de dólares de este tipo de activos.

Como sucede en el Banco Central Europeo, la Reserva Federal se ha enfrentado a muchos de sus propios dogmas a la hora de decidir qué criterios orientaban sus políticas monetarias. Ya en 1996, en plena «exuberancia irracional» de los mercados, como los definió el entonces gobernador Alan Greenspan, la Fed decidió que no era su cometido el estallar burbujas financieras. Así se creó y reventó la de 2001 y con mucha más fuerza la de la crisis de 2008.

La discusión se ha trasladado en estos últimos años si debe la Fed vigilar solo la inflación, cuánta inflación y si debe ser el empleo el verdadero termómetro que mida la necesidad o no de continuar con políticas de estímulos económicos.

Yellen ha sido partidaria de esta última premisa que ha tardado más tiempo en llegar del esperado. Así, aunque la tasa de paro lleva tiempo en mínimos históricos en EE. UU, (alrededor del 5%) no ha sido hasta que otros indicadores del mercado de trabajo han dado señales de fortaleza cuando la institución se ha decidido realmente actuar. Por ejemplo, la tasa de personas con un contrato a tiempo parcial que desean tener uno a jornada completa se ha reducido hasta el 9% de sus niveles más altos del 17%. Aún muy elevada pero ya en una situación digna para subir los tipos de interés.

La inflación ha pasado así a un segundo plano como principal referencia para la toma de decisiones de política monetaria. Con una más que moderada subida del 0,5% en noviembre, los precios no tienen perspectivas de tocar el nivel del 2% que los banqueros centrales consideran sano para la economía y para los que inyectan su gasolina monetaria a la economía.

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