El ejército iraquí consigue su primera gran victoria ante el EI
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La captura de Ramadi priva a los militantes del Estado Islámico de su mayor premio de 2015.

El ejército de Irak proclamó ayer su primera victoria sobre los combatientes del Estado Islámico en una capital de provincia al oeste de Bagdad, el primer gran triunfo de la fuerza entrenada por EE. UU. desde que cayera en manos del grupo terrorista tras un asalto hace 18 meses.

La captura de Ramadi, capital de la provincia de Anbar, de mayoría sunita musulmana, en el valle del río Éufrates al oeste de la capital, priva a los militantes del Estado Islámico de su mayor premio de 2015. Los combatientes se apoderaron de ella en mayo después de que las tropas del gobierno huyeran tras una derrota que hizo que Washington se replanteara su estrategia en una continua guerra aérea contra los militantes.

Las fuerzas iraquíes se hicieron con el control total del complejo gubernamental del centro de Ramadi, el último bastión de los militantes de Estado Islámico en la ciudad, que se ubica en el oeste del país, dijo un portavoz militar el domingo. «Al controlar el complejo, eso significa que fueron derrotados en Ramadi», afirmó Sabah al-Numani, un portavoz de la fuerza que lidera el combate por el lado del Gobierno. «El próximo paso es acabar con los focos de resistencia que pueda haber aquí o allá en la ciudad».

La televisión estatal mostró imágenes de las tropas, vehículos Humvee y tanques avanzando por las calles de Ramadi en medio de montones de escombros y casas derrumbadas. Algunos distritos parecían haber sido completamente destruidos por el avance.

La televisión también mostró celebraciones nocturnas, principalmente en las ciudades chiítas al sur de Bagdad por la victoria en Anbar, con gente bailando en las calles y ondeando banderas iraquíes desde los coches.

Las autoridades no han informado del número de muertos tras la batalla. El Gobierno dice que la mayoría de los civiles fueron evacuados antes de que empezara el asalto.

El miembro del consejo provincial de Anbar Falih al-Essawi pidió al gobierno restablecer los servicios de Ramadi de forma rápida y empezar a reconstruir la ciudad para permitir el regreso de los desplazados.

«No va a ser fácil convencer a las familias para que regresen a una ciudad que carece de las necesidades humanas básicas», dijo a Reuters.

REUTERS/Stringer

El Estado Islámico, también conocido por las siglas ISIS, ISIL o Daesh, arrasó con una tercera parte de Irak en junio de 2014 y declaró un «califato» para gobernar a todos los musulmanes del territorio, tanto en Irak como en Siria, llevando a cabo asesinatos en masa e imponiendo una forma draconiana del Islam.

Su crecimiento se vio favorecido por el rápido colapso del ejército iraquí, que fue abandonando ciudad tras ciudad, dejando las flotas de vehículos blindados y otras armas estadounidenses en manos de los combatientes.

Desde entonces, la lucha contra el grupo en ambos países ha resultado en un compromiso más activo por parte de la mayoría de las potencias mundiales y regionales, a menudo con aliados que compiten en el terreno en complejas guerras civiles de múltiples caras.

Una coalición liderada por EE. UU. está librando una campaña aérea contra el Estado islámico, pero la reconstrucción del ejército iraquí hasta el punto de poder recuperar y mantener el territorio ha sido uno de los mayores retos.

En las batallas anteriores, incluida la reconquista de la ciudad de Tikrit en abril, de donde era originario el exdictador Saddam Hussein, el gobierno iraquí dependió de las milicias chiítas apoyadas por Irán para la lucha en tierra, mientras que su propio ejército tenía un papel secundario.

Control total

Ramadi fue la primera ciudad importante reconquistada por el propio ejército, sin depender de las milicias, que se mantuvieron fuera del campo de batalla para evitar la tensión sectaria con la población, de mayoría sunita. El gobierno, dirigido por un primer ministro chiíta, Haider al-Abadi , dijo que Ramadi se entregaría a la policía local y a una fuerza tribal suní, una vez que estuviera asegurada, una medida destinada a ganarse a la comunidad en la lucha contra el Estado islámico.

«Hemos entrenado a cientos de combatientes tribales, su papel va a ser mantener el control terrestre», dijo el general de brigada Yahya Rasool, portavoz del comando de operaciones conjuntas. A esto agregó:

«Ver a sus propias tribus responsables de la seguridad será un alivio para los civiles y ayudará a convencer a aquellos que han sido desplazados a que regresen a la ciudad».

La estrategia se hace eco de la campaña librada por las fuerzas estadounidenses en 2006-2007 contra un precursor del Estado Islámico, cuando Washington basó también su estrategia en ganarse a las tribus sunitas locales y armarlas para luchar contra los militantes. La provincia de Anbar, que incluye Ramadi, fue uno de los principales campos de batalla durante la campaña de EE. UU. en la guerra de Irak de 2003 a 2011.

Después de Ramadi, el ejército planea intentar retomar la ciudad norteña de Mosul, mayor centro de población bajo control del Estado Islámico en Irak y Siria.

La expulsión de los milicianos de Mosul, que tenía una población antes de la guerra de cerca de 2 millones, eliminaría su estructura estatal en Irak y los privaría de una importante fuente de financiación, que proviene en parte del petróleo y en parte de las tasas e impuestos a los residentes.

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Por otro lado, el ejército de EE. UU. detuvo a Abu Omar al-Shishani, un terrorista que amenazó con vengarse de Rusia por el conflicto con Georgia.

A principios de este año, los medios de comunicación informaron en repetidas ocasiones sobre la captura de Al-Shishani, lo que finalmente no se confirmó.

En octubre de 2014 al-Shishani amenazó con invadir Rusia. En una conversación con su padre, prometió que «volvería a casa» y se vengaría por el conflicto entre Rusia y Georgia.

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