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Página principal Análisis, Siria

Después de cinco años de derramamiento de sangre - después de un cuarto de millón de muertes, y la huida de millones de refugiados - Siria ha llegado a un momento crítico: ya se ha puesto en marcha la diplomacia para acabar con esta carnicería, mediante un alto el fuego parcial que ya lleva vigente dos semanas, y las conversaciones de paz se reanudarán en los días próximos.

«Todo sugiere que las cosas van a mejorar», dijo Bassam Barabandi, antiguo diplomático sirio con sede en Washington, que ahora trabaja como asesor político de la oposición siria. Pero es un momento extremadamente frágil, y el camino es aún largo, añadió.

Pocos piensan que las luchas acaben por completo, y los esfuerzos podrían colapsarse de nuevo en cualquier momento. Las divisiones sobre el futuro del presidente Bashar Assad amenazan con echar por tierra cualquier negociación seria sobre una transición política en el futuro inmediato. Cada parece más claro que el mejor escenario es una partición.

Sin embargo, existen numerosos indicios de que la guerra ha llegado a un punto en el que las armas van a dejar el camino libre a la diplomacia. «Estamos terminando la primera fase y pasando a la segunda», dijo Barabandi.

Esto es lo que se encuentra en el centro de la diplomacia actual: un deseo compartido a nivel internacional para poner fin a una guerra que ha extendido el islamismo radical por todo el mundo, desestabilizado los países vecinos e inundado Europa de refugiados.

Aron Lund, socio no residente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional y editor de Siria en Crisis, dijo:

«La opinión internacional está alejándose de la oposición y la idea de un cambio político en Siria. Gran parte del mundo solo quiere estabilidad, el fin del terrorismo y del flujo refugiados. No quieren que Siria vuelva a aparecer en los titulares de los periódicos».

Ya han pasado cinco años desde el comienzo de la guerra. Todo empezó con una pequeña protesta en el centro de Damasco el 14 de marzo de 2011, seguida a los pocos días por unas protestas más grandes en la ciudad sureña de Daraa en respuesta a la detención y tortura de unos estudiantes de secundaria que habían hecho unos grafitis contra el gobierno en una pared del colegio.

Después de una serie de los llamados levantamientos de la primavera árabe que derrocaron a los dictadores de Túnez, Egipto y Libia, las protestas provocaron el pánico en la estructura del poder sirio. Las fuerzas de seguridad respondieron con la fuerza bruta. Al cabo de unos meses, los enfrentamientos se transformaron en una insurgencia armada y el conflicto se convirtió en una de las guerras más salvajes de la historia reciente.

Thaier al-Sudani/Reuters

A medida que EE. UU., Irán, Hezbolá, Arabia Saudí, Turquía y Rusia en última instancia, enviaron armas y dinero para respaldar los bandos opuestos de la guerra, la lucha se hizo cada vez más brutal. Las matanzas pasaron a ser masivas, y manzanas enteras de las principales ciudades fueron reducidas a escombros.

A pesar de todo, Assad ha sido inquebrantable, defendiendo que está luchando contra el terrorismo. El ascenso del grupo Estado Islámico y la rama de Al Qaeda en Siria, el Frente Nusra, ha robado protagonismo al núcleo original de militantes nacionalistas que buscan el fin de la dictadura hasta tal punto que Assad afirma que es un mito que el levantamiento se iniciara con la detención de unos estudiantes en Daraa y unas protestas.

«Esta historia no existió. No sucedió. No fue más que propaganda», dijo Assad en una entrevista reciente con la televisión alemana ARD.

Para los sirios ordinarios que participaron en las protestas iniciales, todavía hay una sensación de perplejidad ante la rapidez con la que todo ha sucedido, y una sensación de pérdida inmensa e irreversible.

«Nunca imaginé que el régimen pudiera continuar hasta 2016», dijo Amer Matar, un periodista sirio que fue uno de los activistas de la oposición que participó en las primeras protestas.

Fue detenido y torturado dos veces antes de acabar abandonado el país, yendo primero a Turquía y luego a Alemania, donde lleva viviendo casi tres años. Su hermano, Mohammad Noor, desapareció después de que fuera secuestrado hace más de un año. Este dijo:

«Siria nunca será la misma... No creo que vuelva a ser Siria».

El exembajador de EE. UU. en Siria, Robert Ford, dice que, al igual que muchos otros diplomáticos experimentados, subestimó la capacidad del gobierno sirio para sobrevivir durante tanto tiempo, sin imaginar que Irán, Hezbolá y Rusia intervendrían como lo han hecho a favor de Assad.

Mientras tanto, Estados Unidos se mostró reacio desde el primer día a proporcionar ayuda a la oposición. Su principal prioridad ha sido la lucha contra el Estado Islámico y conseguir que todo el mundo le ayude en esa tarea.

Eso, y la intervención militar rusa en Siria, ha llevado a que las potencias se pusieran de acuerdo en noviembre sobre una hoja de ruta para una transición política que incluye unas elecciones parlamentarias y presidenciales supervisadas por la ONU ​​dentro de 18 meses.

Aprovechando el impulso, el mes pasado EE. UU. y Rusia planearon un alto el fuego parcial que excluye al EI y el Frente Al-Nusra. El alto el fuego entró en vigor el 27 de febrero. Aunque es limitado, tentativo y está marcado por la violencia esporádica, ha sido respetado en su mayoría.

Las conversaciones de paz se reanudarán el lunes en Ginebra después de que la ronda previa fracasara a causa de una ofensiva del gobierno en Alepo. Las conversaciones se centrarán en cuestiones tales como una nueva constitución y elecciones, dijo Staffan de Mistura, enviado de Siria de la ONU.

No obstante, las negociaciones podrían fracasar sobre el tema aparentemente insuperable del destino de Assad. A pesar de que la oposición renunciara a su exigencia de que Assad debía abandonar el poder antes de las negociaciones, afirma que no aceptará ningún proceso que no suponga la salida de Assad. El presidente sirio no ha mostrado ninguna señal de que esté dispuesto a marcharse - y no está claro si sus patrocinadores internacionales, entre ellos Rusia, están dispuestos a forzar su salida.

Ford, miembro del Instituto de Oriente Medio en Washington, no se muestra optimista sobre un acuerdo político y dice que el cese de las hostilidades puede ser solo temporal. Está cada vez más preocupado de que Siria acabe dividida, a menos que se encuentre una forma de establecer un nuevo gobierno creíble e inclusivo para preservar la unidad del país.

«Puede ser una partición de hecho, como lo que sucedió en Chipre entre las comunidades griega y turca. Sin embargo, una división de hecho probablemente implicaría más enfrentamientos», dijo.

Lund duda de Siria pueda mantenerse unida a corto plazo. Este dijo:

«En este momento, parece dirigirse hacia una situación en la que la oposición se quebrantará y Assad será el único que quede en la ciudad, pero sigue siendo demasiado débil, demasiado ilegítimo y está agotado como para arreglar las cosas y que Siria vuelva a ser un país que funcione».

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